Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas; porque el tiempo está cerca. Al que nos amó, y nos salvó de nuestros pecados con su sangre, sea la gloria absoluta.
He aquí que Él viene con las nubes, y todo ojo le verá, y los que le traspasaron; y todos los linajes de la tierra harán lamentación por él, y por lo que contra él hicieron.
El Gran Ejemplo escribe al ángel de la iglesia en Éfeso, El que tiene las siete estrellas en su diestra, El que anda en medio de los siete candeleros de oro, dice esto:
Yo conozco tus obras, y tu arduo trabajo y paciencia; y que no puedes soportar a los malos, y has probado a los que dicen ser apóstoles, y no lo son, y los has hallado mentirosos; y por tu justicia has sufrido, y aún así has soportado en integridad, y has trabajado arduamente por amor de La Justicia, y no has desmayado. Pero tengo contra ti: has dejado tu primer amor.
Recuerda, por tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras; pues si no, vendré pronto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido.
Es cierto, si, que las cosas son cada vez peores. Es verdad que nuestro país se cae a pedazos, que la gente justa parece no tener esperanza, que aquellos que alguna vez tuvieron el potencial de ser nuestros héroes traicionan sus principios y luchan con el bando contrario. Pero eso nada tiene que ver contigo.
Y es que tal vez has pensado que en medio de tanta oscuridad no hace falta tu luz. Quizá piensas que como todos los tan malos no importa que tú te permitas algunos errores. Esta carta, escrita a los Efesios hace poco más de 1900 años tiene un mensaje muy claro para nosotros hoy. Hemos luchado contra el mal, hemos tratado de permanecer ajenos a los horrores de la corrupción y el crimen, si, pero también hemos perdido la pasión. Esta lucha constante y agotadora nos ha dejado sin fuerzas, y nos vemos hoy embotados en actitudes robóticas y automáticas, por mucho lejanas al entusiasta comienzo de nuestro movimiento.
No te detengas! No importa que tan mala sea la situación.
No te canses! No importa si parece que no avanzas.
Nunca dejes de creer! Porque es la fe lo que nos mantiene vivos.
Las cosas van a cambiar, tal vez nuestros ojos no lo vean, pero nuestras vidas lo provocarán.
24 December 2010
19 December 2010
Nuestro clamor
Enséñanos a orar oraciones suicidas.
Oraciones que atenten contra todos nuestros intereses y que se concentren tan solo en lo que tú deseas de nuestras vidas.
Enséñanos a renunciar a nosotros mismos, a entender que ni la cruz que tenemos que cargar es nuestra.
Sácanos de nuestra cárcel cultural, quita nuestros paradigmas, cambia nuestros modelos, rompe nuestras estructuras, nuestros corazones.
Revoluciona en nosotros todo lo viejo, que quizás alguna vez te fue útil pero ahora solo estorba. Cambia nuestras aspiraciones, que no soñemos lo que todos sueñan, que no pensemos en coches, celulares, computadoras, que entendamos que hay cosas más grandes. Que pensemos como lo haces tú, en empresas, en empleos, en proyectos, en arte, en cultura: que pensemos en el pecado todo el tiempo, y en cómo sacarlo de nuestro mundo.
Que nuestra aspiración máxima sea la muerte, por que será ella laque nos haga mártires ante tus ojos. Que podamos darte honra, y que entendamos que la única forma de vencer es teniendo batallas, que no hay forma de salir a la guerra que sin miedo. Quítanos el miedo a la muerte para que podamos aprovechar la vida.
Enséñanos, oh Dios, a orar oraciones suicidas. A entender que la gloria precede a la muerte.
Llévanos afuera a conquistar, a no tener miedo al debate, a sumergirnos en la oscuridad para ver si es cierto que somos luz.
Convencemos de ti, haznos hijos tuyos, que podamos conocerte, para entonces poder predicarte. No pedimos valentía, porque entendemos que somos demasiado ignorantes como para hablar con denuedo.
Pon en nosotros carga, que a ese yugo fácil que es el tuyo, añadamos los problemas de la gente, de las familias, de las naciones, esas sí que son cargas pesadas.
Que cuando alguien muera injustamente muera uno de los nuestros; que cada bala, cada bomba, cada atentado, arda en nuestros corazones (en nuestras mentes, Dios, en nuestras mentes); haznos sufrir, Señor, como sufrió Jesús antes de ser arrestado, cuando todavía nadie le ponía una mano encima, cuando su cuerpo estaba intacto.
Como sufrió Jesús en el espíritu, de tal forma que poco eran para él los latigazos.
Enséñanos Señor a entender la esencia suicida de la oración que hacemos cada día: "Hágase tu voluntad", pues tu voluntad es, Señor, muy distinta a lo que imaginamos.
Oraciones que atenten contra todos nuestros intereses y que se concentren tan solo en lo que tú deseas de nuestras vidas.
Enséñanos a renunciar a nosotros mismos, a entender que ni la cruz que tenemos que cargar es nuestra.
Sácanos de nuestra cárcel cultural, quita nuestros paradigmas, cambia nuestros modelos, rompe nuestras estructuras, nuestros corazones.
Revoluciona en nosotros todo lo viejo, que quizás alguna vez te fue útil pero ahora solo estorba. Cambia nuestras aspiraciones, que no soñemos lo que todos sueñan, que no pensemos en coches, celulares, computadoras, que entendamos que hay cosas más grandes. Que pensemos como lo haces tú, en empresas, en empleos, en proyectos, en arte, en cultura: que pensemos en el pecado todo el tiempo, y en cómo sacarlo de nuestro mundo.
Que nuestra aspiración máxima sea la muerte, por que será ella laque nos haga mártires ante tus ojos. Que podamos darte honra, y que entendamos que la única forma de vencer es teniendo batallas, que no hay forma de salir a la guerra que sin miedo. Quítanos el miedo a la muerte para que podamos aprovechar la vida.
Enséñanos, oh Dios, a orar oraciones suicidas. A entender que la gloria precede a la muerte.
Llévanos afuera a conquistar, a no tener miedo al debate, a sumergirnos en la oscuridad para ver si es cierto que somos luz.
Convencemos de ti, haznos hijos tuyos, que podamos conocerte, para entonces poder predicarte. No pedimos valentía, porque entendemos que somos demasiado ignorantes como para hablar con denuedo.
Pon en nosotros carga, que a ese yugo fácil que es el tuyo, añadamos los problemas de la gente, de las familias, de las naciones, esas sí que son cargas pesadas.
Que cuando alguien muera injustamente muera uno de los nuestros; que cada bala, cada bomba, cada atentado, arda en nuestros corazones (en nuestras mentes, Dios, en nuestras mentes); haznos sufrir, Señor, como sufrió Jesús antes de ser arrestado, cuando todavía nadie le ponía una mano encima, cuando su cuerpo estaba intacto.
Como sufrió Jesús en el espíritu, de tal forma que poco eran para él los latigazos.
Enséñanos Señor a entender la esencia suicida de la oración que hacemos cada día: "Hágase tu voluntad", pues tu voluntad es, Señor, muy distinta a lo que imaginamos.
03 November 2010
Somos multitud.
Tal vez pienses que decir cosas como estas es mucho más fácil que vivirlas. Quizá crees que no vale la pena esforzarse por hacer lo correcto, solo porque la mayoría hace todo lo contrario, y es más sencillo simplemente dejarse llevar. La psicología define tu error como Falso Consenso.
No puedo engañarte. Las cosas por aquí andan bastante mal y todos lo sabemos bien, pero no hace vana la intención de cambiar el rumbo de nuestra historia. Esforzarnos hasta la muerta... después de todo, para qué vivir en un mundo como este.
De cualquier manera, lo que es imposible a nuestros ojos es mucho más factible viendo la realidad desde otra perspectiva, a través del lente de lo eterno. No desperdicies tu vida, vive tu vida de tal forma que a la gente se le antoje ser como tú. Valdrá la pena porque, lo sepas o no, nosotros somos más. He aquí esta poderosa historia del Libro Sagrado.
He trabajado con Eliseo desde que Giezi, su antiguo siervo, amó más las tinieblas que la luz. No llevó demasiado tiempo entender que este hombre vive en otras dimensiones, actuando como si todo aquí fuera diferente. La gente en al país lo trata como a alguien más. No se dan cuenta de que toda la Fuerza que acompañó a Elías descansa con una doble porción sobre él. Pero Eliseo nunca reclama reconocimiento. Creo que eso lo hace todavía más grande.
No puedo negar que estar junto a un hombre como él me hace sentir un poco más seguro. He visto como El Padre de las Luces obra a través de él de maneras impresionantes, pero si escribo esta carta no es sino para despedirme.
El rey de Siria ha venido tras nosotros. Eliseo había estado revelando al ejército de Israel cada movimiento del enemigo sirio como si él mismo hubiese estado dentro de la cámara más secreta del rey. Al principio, el rey pensó que había un traidor entre sus filas más intimas, pero alguien declaró que era Eliseo, mi amo, quien tenía el poder para anticipar sus obras.
Entonces el rey envió acá gente de a caballo, y carros, y un gran ejército, los cuales vinieron esta noche, y has sitiado la ciudad...
Y su siervo se levantó de mañana y salió de la casa... he aquí el ejército que tenía sitiada la ciudad, con gente de a caballo y carros. Entonces su criado le dijo: !Ah, señor mío! ¿Qué haremos?
Eliseo respondió: - No tengas miedo, porque más son los que están con nosotros que los que están con ellos. - Y oró Eliseo, y dijo: "Te ruego, Oh JAH, que abras sus ojos para que vea."
Y he aquí, que sus ojos fueron abiertos, y miró el monte y ahí todo un ejército de caballos y carros de fuego alrededor de Eliseo. Legiones completas de guerreros poderosos, volando sobre el monte, con ardientes llamas a su alrededor, dispuestos a dar la vida por el Siervo de La Verdad.
25 October 2010
Escapa de la multitud
Este es el hombre más famoso del mundo.
Has oído historias sobre El. Has visto películas sobre su vida. Has estudiado su contexto histórico. Has visto creados basados en su carácter.
Este hombre, por una razón u otra, dividió la historia en antes y después suyo. Marcó la vida de muchos, y sus enseñanzas siguen siendo el fundamento de la ética y la moral secular.
Para algunos es un curioso personaje histórico, para otros es una farsa. Para muchos es un ejemplo de vida, para unos miles es el Hijo de Dios. Ciento de miles han muerto rehusando negar su fe. No importa, aun, que es lo que tu creas. La Verdad es inmutable, sin efecto alguno de tu opinión.
La historia es historia, y no doctrina. La siguiente poderosa historia del Libro Sagrado no es una leyenda, ni una fabula, es un registro histórico validado. Es una lección. Es lo que hace falta hacer para cambiar el mundo.
Celebrábase en Jerusalén la fiesta de la dedicación. Era invierno, y Jesús andaba en el templo por el pórtico de Salomón.
Y le rodearon los judíos y le dijeron: ¿Hasta cuándo nos turbarás el alma? Si tú eres el Cristo, dínoslo abiertamente.
Jesús les respondió: Os lo he dicho, y no creéis; las obras que yo hago en nombre de mi Padre, ellas dan testimonio de mí; pero vosotros no creéis, porque no sois de mis ovejas, como os he dicho.
Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano.
Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre. Yo y el Padre uno somos.
Entonces los judíos volvieron a tomar piedras para apedrearle.
Jesús les respondió: Muchas buenas obras os he mostrado de mi Padre; ¿por cuál de ellas me apedreáis?
Le respondieron los judíos, diciendo: Por buena obra no te apedreamos, sino por la blasfemia; porque tú, siendo hombre, te haces Dios.
Jesús les respondió: ¿No está escrito en vuestra ley: Yo dije, dioses sois?
Si llamó dioses a aquellos a quienes vino la palabra de Dios ¿al que el Padre santificó y envió al mundo, vosotros decís: Tú blasfemas, porque dije: Hijo de Dios soy? Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis. Más si las hago, aunque no me creáis a mí, creed a las obras, para que conozcáis y creáis que el Padre está en mí, y yo en el Padre.
Procuraron otra vez prenderle, pero él se escabulló entre la multitud. Y se fue de nuevo al otro lado del Jordán, al lugar donde primero había estado bautizando Juan y se quedó allí.
Ahí estaba Jesús, diciendo lo que nadie se atrevía a decir, haciendo lo que nadie se atrevía a hacer, señalando los crímenes que nadie quería denunciar, tomando las decisiones correctas, actuando con justicia e integridad.
Y del otro lado, estaba la turba de fariseos, ese grupo intelectual que hablaba muy elocuentemente, pero no vivían lo que predicaban. Eran los políticos de la época. Eran el discurso, pero no la práctica.
Sus vidas se confrontaban directamente: quien hacía lo que correcto y quienes decían que lo hacían. Naturalmente, La Verdad incomodaba a los farsantes, a tal grado que querían acabar con ella. Procuraban matarle.
No es sorprendente que los corruptos quieran acabar con los honestos. No es difícil de creer que se señale como culpable al único inocente. No es algo raro hoy en día ver que se satanice al bueno. Yo no sé que estés viviendo tú, tal vez eres parte del problema. Pero si eres parte de la solución, este mensaje es para ti.
No importa, no importa que se te oponga la mayoría. No importa que parezca que nada tiene sentido porque TODOS son corruptos. Da igual lo que hagan todos, mientras tú hagas lo correcto. Las cosas SI tienen solución, y la solución eres tú.
Hay miles de intelectuales y políticos debatiendo sobre qué es lo que hay que hacer, pero nadie hace nada. Dejemos de discutir, y simplemente hagamos lo que hace falta hacer.
Y por cierto, cuando comiences, ellos te perseguirán, querrán apedrearte. Pero discutirán incluso como deshacerte de ti, y mientras ellos están en sus rollos, tú podrás escabullirte.
Hagamos lo correcto, actuemos con justicia, cambiemos el mundo. Y cuando nos señalen, simplemente "escabullámonos", a seguir haciendo lo correcto.
Has oído historias sobre El. Has visto películas sobre su vida. Has estudiado su contexto histórico. Has visto creados basados en su carácter.
Este hombre, por una razón u otra, dividió la historia en antes y después suyo. Marcó la vida de muchos, y sus enseñanzas siguen siendo el fundamento de la ética y la moral secular.
Para algunos es un curioso personaje histórico, para otros es una farsa. Para muchos es un ejemplo de vida, para unos miles es el Hijo de Dios. Ciento de miles han muerto rehusando negar su fe. No importa, aun, que es lo que tu creas. La Verdad es inmutable, sin efecto alguno de tu opinión.
La historia es historia, y no doctrina. La siguiente poderosa historia del Libro Sagrado no es una leyenda, ni una fabula, es un registro histórico validado. Es una lección. Es lo que hace falta hacer para cambiar el mundo.
Celebrábase en Jerusalén la fiesta de la dedicación. Era invierno, y Jesús andaba en el templo por el pórtico de Salomón.
Y le rodearon los judíos y le dijeron: ¿Hasta cuándo nos turbarás el alma? Si tú eres el Cristo, dínoslo abiertamente.
Jesús les respondió: Os lo he dicho, y no creéis; las obras que yo hago en nombre de mi Padre, ellas dan testimonio de mí; pero vosotros no creéis, porque no sois de mis ovejas, como os he dicho.
Mis ovejas oyen mi voz, y yo las conozco, y me siguen, y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de mi mano.
Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de mi Padre. Yo y el Padre uno somos.
Entonces los judíos volvieron a tomar piedras para apedrearle.
Jesús les respondió: Muchas buenas obras os he mostrado de mi Padre; ¿por cuál de ellas me apedreáis?
Le respondieron los judíos, diciendo: Por buena obra no te apedreamos, sino por la blasfemia; porque tú, siendo hombre, te haces Dios.
Jesús les respondió: ¿No está escrito en vuestra ley: Yo dije, dioses sois?
Si llamó dioses a aquellos a quienes vino la palabra de Dios ¿al que el Padre santificó y envió al mundo, vosotros decís: Tú blasfemas, porque dije: Hijo de Dios soy? Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis. Más si las hago, aunque no me creáis a mí, creed a las obras, para que conozcáis y creáis que el Padre está en mí, y yo en el Padre.
Procuraron otra vez prenderle, pero él se escabulló entre la multitud. Y se fue de nuevo al otro lado del Jordán, al lugar donde primero había estado bautizando Juan y se quedó allí.
Ahí estaba Jesús, diciendo lo que nadie se atrevía a decir, haciendo lo que nadie se atrevía a hacer, señalando los crímenes que nadie quería denunciar, tomando las decisiones correctas, actuando con justicia e integridad.
Y del otro lado, estaba la turba de fariseos, ese grupo intelectual que hablaba muy elocuentemente, pero no vivían lo que predicaban. Eran los políticos de la época. Eran el discurso, pero no la práctica.
Sus vidas se confrontaban directamente: quien hacía lo que correcto y quienes decían que lo hacían. Naturalmente, La Verdad incomodaba a los farsantes, a tal grado que querían acabar con ella. Procuraban matarle.
No es sorprendente que los corruptos quieran acabar con los honestos. No es difícil de creer que se señale como culpable al único inocente. No es algo raro hoy en día ver que se satanice al bueno. Yo no sé que estés viviendo tú, tal vez eres parte del problema. Pero si eres parte de la solución, este mensaje es para ti.
No importa, no importa que se te oponga la mayoría. No importa que parezca que nada tiene sentido porque TODOS son corruptos. Da igual lo que hagan todos, mientras tú hagas lo correcto. Las cosas SI tienen solución, y la solución eres tú.
Hay miles de intelectuales y políticos debatiendo sobre qué es lo que hay que hacer, pero nadie hace nada. Dejemos de discutir, y simplemente hagamos lo que hace falta hacer.
Y por cierto, cuando comiences, ellos te perseguirán, querrán apedrearte. Pero discutirán incluso como deshacerte de ti, y mientras ellos están en sus rollos, tú podrás escabullirte.
Hagamos lo correcto, actuemos con justicia, cambiemos el mundo. Y cuando nos señalen, simplemente "escabullámonos", a seguir haciendo lo correcto.
24 October 2010
Volver tus ojos a El.
Se muy bien que la ausencia ha sido larga, pero no atribuyas el hecho al desanimo, al desinteres, y mucho menos a la eficiencia del Libro Sagrado.
Es verdad que estuve alejado ya casi dos meses, pero no es que La Verdad se haya perdido, es que estaba tomando fuerza.
No te sorprenderá escuchar que las cosas en México no han estado para nada bien, y todo eso hace vibrar los cimientos de la fe. Pero nuestra fe se sobrepone. La Verdad en el Libro Sagrado es más grande que cualquier circunstancia.
Las poderosas historias del libro sagrado están de vuelta, y no porque se hayan terminado por algun tiempo, sino porque hacía falta escuchar más claramente, para no contaminar el mensaje.
A proposito de la situación en nuestro país, la siguiente poderosa historia del libro sagrado.
01 September 2010
Mayores cosas que yo, ustedes harán
Cosas que nunca creíste ver, están sucediendo ahora.
Nunca dejaron de estar, pero dejamos de escucharlas.
El Libro Sagrado no es un cuento de magia, no es solamente una bella obra literaria.
Lo que distingue al Libro Sagrado es el Poder.
Las Poderosas historias del Libro Sagrado suceden hoy en día.
Y todos los secretos están ahí, dentro del gran Libro.
Es tiempo de escuchar.
29 August 2010
Hombres de las cavernas
La historia no puede cambiarse desde una caverna.
Eran los tiempos del Rey Saúl y el pueblo de Israel era sometido por los filisteos. Cada tiempo de cosecha, el pueblo debía pagar tributos a los líderes filisteos a cambio de un borroso espejismo de libertad. Se vivía en plena opresión, pero se habían tendido lazos implícitos entre ambos bandos. Hasta cierto punto, el pueblo de Israel había llegado a aceptar como natural el hecho de la represión. Habían llegado a sentirse menos, merecedores del castigo. Israel pensaba que no tenía otra alternativa.
Pero más allá del evidente conformismo israelí, el espíritu del pueblo clamaba y anhelaba justicia. Incluso llegaron a existir pequeños esbozos de lucha. En el segundo año del reinado de Saúl, tres mil hombres intentaron levantarse contra la opresión filistea. Sin embargo, se les opuso un enorme ejército filisteo: treinta mil carros, seis mil hombres de a caballo y hombres numerosos como la arena que está a la orilla del mar.
La pequeña emoción israelí no duró demasiado. Los tres mil hombres que habían decido levantarse se dejaron intimidar por la multitud enemiga. Tres mil hombres cobardes, que calcularon en sus propias fuerzas, sin tomar en cuenta al Padre de las luces. Pronto se entregaron, y los filisteos decidieron aumentar la presión. Los hombres de Israel se escondieron en peñascos, en cuevas, en rocas, en fosos y en cisternas. Mientras tanto los filisteos implantaron tres escuadrones permanentes que andaban diariamente entre el pueblo vigilando posibles conspiraciones, e incluso prohibieron en todo Israel el oficio de la herrería: no se hallaba herrero en toda la tierra de Israel porque los filisteos preveían la posible fabricación de espadas o lanzas.
Aquel triste intento no pasó de ahí. Un impotente y cobarde fracaso. Un pueblo emocionado pero no convencido. Un pueblo enardecido, un pueblo alterado, pero un pueblo cobarde al fin, que no entendió su identidad, y el potencial que la Justicia y el Universo les concedía.
Pero de entre el pueblo se levantó Jonatán, dijo de Saúl y dijo a su criado: ven y pasemos a la guarnición de los filisteos, quizá haga algo JAH por nosotros, pues no es difícil para Él salvar con muchos o con pocos. Y su paje de armas le respondió: Haz todo lo que tienes en tu corazón; ve, pues he aquí estoy contigo a tu voluntad. Dijo entonces Jonatán: Vamos a pasar a esos hombres y nos mostraremos a ellos.
Se mostraron pues ambos a la guarnición de los filisteos, y los filisteos dijeron: He aquí los hebreos que salen de las cavernas donde esteban escondidos.
Y subió pues Jonatán contra los filisteos, y a los que caían delante de Jonatán su paje de armes los remataba. Y fue esta la primera matanza que hicieron Jonatán y su paje de armas, como veinte hombres, en el espacio de una media yugada de tierra. Y hubo pánico entre el campamento y por el campo, y en toda la gente de la guarnición; la tierra tembló y hubo pues, gran consternación.
Tú y yo somos expertos en quejarnos. Somos excelentes a la hora de criticar y de juzgar. Señalamos los defectos de todo el mundo. Hablamos mal de aquellos que nos gobiernan de manera equivocada, de aquellos que abusan de nuestro pueblo, de aquellos que roban de nuestras arcas…de aquellos a quienes pagamos tributo cada temporada de cosechas.
Pero tememos demasiado a la hora de enfrentarlos. Cuando vemos que son demasiados decidimos escondernos detrás de rocas, en cavernas o en fosos. Lanzamos la piedra pero escondemos la mano. Nadie la deja levantada, dispuesto a seguir denunciando.
Todo eso es igual a nada. De nada sirven tus juicios, tus opiniones y tus críticas sino estás dispuesto a sostenerlos. Esa no es la forma en la que puede cambiarse el rumbo de esta nación. Lo que el país necesita es gente dispuesta a salir de los escondites donde habían estado ocultas. Lo que hace falta es que nos mostremos a aquellos que nos oprimen, y sigamos avanzando, derribándolos uno a uno, hasta sembrar terror en ellos.
¿Detrás de que rocas te has escondido? ¿Cuáles han sido tus pretextos, tus justificaciones? Es hora de abandonar nuestras excusas y enfrentar a nuestros adversarios. Salir de nuestras cavernas y hacerle frente a aquellos que se creen impunes. Es que criticar sin arriesgar no es suficiente. Llegó el tiempo de enfrentar nuestros temores, ¿estás dispuesto a salir de tu comodidad?
Eran los tiempos del Rey Saúl y el pueblo de Israel era sometido por los filisteos. Cada tiempo de cosecha, el pueblo debía pagar tributos a los líderes filisteos a cambio de un borroso espejismo de libertad. Se vivía en plena opresión, pero se habían tendido lazos implícitos entre ambos bandos. Hasta cierto punto, el pueblo de Israel había llegado a aceptar como natural el hecho de la represión. Habían llegado a sentirse menos, merecedores del castigo. Israel pensaba que no tenía otra alternativa.
Pero más allá del evidente conformismo israelí, el espíritu del pueblo clamaba y anhelaba justicia. Incluso llegaron a existir pequeños esbozos de lucha. En el segundo año del reinado de Saúl, tres mil hombres intentaron levantarse contra la opresión filistea. Sin embargo, se les opuso un enorme ejército filisteo: treinta mil carros, seis mil hombres de a caballo y hombres numerosos como la arena que está a la orilla del mar.
La pequeña emoción israelí no duró demasiado. Los tres mil hombres que habían decido levantarse se dejaron intimidar por la multitud enemiga. Tres mil hombres cobardes, que calcularon en sus propias fuerzas, sin tomar en cuenta al Padre de las luces. Pronto se entregaron, y los filisteos decidieron aumentar la presión. Los hombres de Israel se escondieron en peñascos, en cuevas, en rocas, en fosos y en cisternas. Mientras tanto los filisteos implantaron tres escuadrones permanentes que andaban diariamente entre el pueblo vigilando posibles conspiraciones, e incluso prohibieron en todo Israel el oficio de la herrería: no se hallaba herrero en toda la tierra de Israel porque los filisteos preveían la posible fabricación de espadas o lanzas.
Aquel triste intento no pasó de ahí. Un impotente y cobarde fracaso. Un pueblo emocionado pero no convencido. Un pueblo enardecido, un pueblo alterado, pero un pueblo cobarde al fin, que no entendió su identidad, y el potencial que la Justicia y el Universo les concedía.
Pero de entre el pueblo se levantó Jonatán, dijo de Saúl y dijo a su criado: ven y pasemos a la guarnición de los filisteos, quizá haga algo JAH por nosotros, pues no es difícil para Él salvar con muchos o con pocos. Y su paje de armas le respondió: Haz todo lo que tienes en tu corazón; ve, pues he aquí estoy contigo a tu voluntad. Dijo entonces Jonatán: Vamos a pasar a esos hombres y nos mostraremos a ellos.
Se mostraron pues ambos a la guarnición de los filisteos, y los filisteos dijeron: He aquí los hebreos que salen de las cavernas donde esteban escondidos.
Y subió pues Jonatán contra los filisteos, y a los que caían delante de Jonatán su paje de armes los remataba. Y fue esta la primera matanza que hicieron Jonatán y su paje de armas, como veinte hombres, en el espacio de una media yugada de tierra. Y hubo pánico entre el campamento y por el campo, y en toda la gente de la guarnición; la tierra tembló y hubo pues, gran consternación.
Tú y yo somos expertos en quejarnos. Somos excelentes a la hora de criticar y de juzgar. Señalamos los defectos de todo el mundo. Hablamos mal de aquellos que nos gobiernan de manera equivocada, de aquellos que abusan de nuestro pueblo, de aquellos que roban de nuestras arcas…de aquellos a quienes pagamos tributo cada temporada de cosechas.
Pero tememos demasiado a la hora de enfrentarlos. Cuando vemos que son demasiados decidimos escondernos detrás de rocas, en cavernas o en fosos. Lanzamos la piedra pero escondemos la mano. Nadie la deja levantada, dispuesto a seguir denunciando.
Todo eso es igual a nada. De nada sirven tus juicios, tus opiniones y tus críticas sino estás dispuesto a sostenerlos. Esa no es la forma en la que puede cambiarse el rumbo de esta nación. Lo que el país necesita es gente dispuesta a salir de los escondites donde habían estado ocultas. Lo que hace falta es que nos mostremos a aquellos que nos oprimen, y sigamos avanzando, derribándolos uno a uno, hasta sembrar terror en ellos.
¿Detrás de que rocas te has escondido? ¿Cuáles han sido tus pretextos, tus justificaciones? Es hora de abandonar nuestras excusas y enfrentar a nuestros adversarios. Salir de nuestras cavernas y hacerle frente a aquellos que se creen impunes. Es que criticar sin arriesgar no es suficiente. Llegó el tiempo de enfrentar nuestros temores, ¿estás dispuesto a salir de tu comodidad?
17 August 2010
Derribemos los altares.
Los hijos de Israel hicieron lo malo ante los ojos de JAH; y JAH los entregó en mano de Madián. La ira de Madián prevaleció contra Israel. Y los hijos de Israel se hicieron cuevas en los montes, y cavernas, y lugares fortificados. Pues sucedía que cuando Israel había sembrado, subían los madianitas y los hijos de Oriente contra ellos y los atacaban; venían ellos en grande multitud como langostas sobre la tierra para devastarla. De este modo se empobrecía Israel en gran manera.
El pueblo clamó al Padre de las luces, y él se hizo evidente, recordándoles muchas de las hazañas que por ellos había realizado. Y vino El Ángel a Gedeón, que sacudía trigo dentro del lagar de su padre y le dijo: El Justo está contigo, varón esforzado y valiente. Y Gedeón le respondió: Ah, Señor mío, si Él está con nosotros ¿por qué nos ha sobrevenido todo esto? ¿Y donde están todas tus maravillas que nuestros padres nos han contado? Ahora JAH nos ha desamparado y nos ha entregado en manos de los madianitas. Y mirándole, JAH le dijo: Ve con esta tu fuerza, y tú salvarás a Israel de manos de los madianitas. Pero Gedeón respondió: ¿con qué salvaré yo a Israel? He aquí que mi familia es de las más pobres de mi tribu, y yo en menor de entre ellos. "Yo estaré contigo", respondió El Justo.
Aconteció que esa misma noche le dijo JAH: derriba el altar a Baal que tu padre tiene, y corta también la imagen de Asera que está junto a él; y edifica altar a la Justicia y la Verdad. Gedeón lo hizo así. Las persecuciones e injurias de su propia gente, que se había entregado a la corrupción, no se hicieron esperar.
No pasó demasiado tiempo para cuando los madianitas se juntaron de nuevo contra Israel. Entonces el Espíritu de JAH vino sobre Gedeón, y cuando este tocó el cuerno los abiezeritas se reunieron con él. Y envió mensajeros por todo Manasés y ellos también se juntaron con él; así mismo envió mensajeros a Aser, a Zabulón y a Neftalí, los cuales salieron a encontrarles.
JAH instruyó a Gedeón en un proceso de depuración y escrutinio de los guerreros para conservar solamente a los hombres más valientes y justos. De los 32 mil que se reunieron permanecieron solamente 300 hombres, pero estos bastaron para vencer al multitudinario ejército madianita, por la espada de JAH y la de Gedeón!!!
Piensas que las cosas son tan graves que no tienen solución. Crees que los problemas son demasiado profundos como para poder resolverlos. Estás convencido de que la gente está tan corrompida y apartada de la justicia que en vano sería todo esfuerzo por cambiar la situación. Te equivocas. No importa si eres el más pequeño y el más pobre, como lo era Gedeón. Existe en ti el potencial para cambiar tu ciudad, tu estado, tu nación. Tú eres el hombre o la mujer justa que este país está esperando. Hace falta simplemente que te atrevas a dar el primer paso: destruye los altares a Baal y a Asera que están en tu casa. Deshazte de tus propios crímenes y delitos, desecha tus mentiras piadosas y tus pequeñas tranzas. La transformación comienza en ti. Si te determinas a cambiar tu propia vida, para cuando te des cuenta serán 32 mil aquellos que te acompañen; pero para tareas tan grandes como la que nos esperan no hacen falta multitudes sino corazones completamente justos: con 300 bastó para derrotar a los madianitas. Probablemente 10, 20, quizás 100, sean suficientes para cambiar esta nación. Pero todos esos números comienzan con uno, y ese eres tú.
07 July 2010
Que despierte el espiritú de esta nación
El éxodo había terminado. Las tierras que nuestros ancestros habían soñado habitar, y que nuestros padres lograron conquistar estaba ahora en nuestras manos. Había llegado el tiempo que se profetizó siglos atrás mientras éramos esclavos en Egipto. Pero nos olvidamos de todo aquello que nos trajo hasta donde estamos. Dimos la espalda a La Verdad, a La Justicia. Nos olvidamos del Padre de las Luces.
Durante ese tiempo, todos entramos en un lapsus de comodidad que pronto se convirtió en conformismo, más tarde en desinterés. Pronto fue una apatía indescriptible. Cada uno hacía lo que quería. Éramos un caos, pero a nadie, ni a nosotros mismos, le importaba.
La unidad que, como pueblo nos había dado la victoria se había esfumado. Las tribus estaban dispersas y distanciadas. No nos odiábamos, pero habíamos dejado de amarnos. Lamento tanto haberme dado cuenta tan tarde…
Regresaba de un largo viaje con mi mujer. El camino había sido pesado, y necesitábamos descansar. Se hacía de noche y todo alrededor pertenecía a pueblos extraños. Decidimos no detenernos. Caminamos más, mucho más, hasta lograr encontrar algún sitio con nuestra gente. Creíamos que entre los nuestros estaríamos más seguros, sería más sencillo encontrar posada y el trato sería fraterno y cálido.
Así fue que llegamos a Guibeá de Benjamín, donde supuestamente todo habría de ser fácil. Caminamos hasta la plaza del pueblo y nadie nos dirigió la palabra. Esperamos ahí muchas horas, pero nadie se nos acercaba, nadie ofrecía alimentos u hospedaje. Cuando comenzábamos a resignarnos por tanta indiferencia, se acercó un anciano que regresaba del campo; nos preguntó de dónde veníamos y hacia dónde íbamos, para después invitarnos a su casa. Parecía entonces que no había sido un error esforzarnos por llegar hasta Guibeá.
Sin embargo, mientras pasábamos un buen rato con el anciano, unos hombres tocaron a la puerta con fuerza. Asustados, nos levantamos rápidamente a ver lo qué ocurría. Nos sorprendieron, me querían a mí… Aquella banda de locos depravados quería carne nueva para sus orgías, carne extranjera y fresca. Claramente nos negamos.
Pero esos hombres no se detuvieron, y no hubo nada que pudiésemos hacer. Tomaron a mi mujer. La violaron una y otra vez, cientos de hombres. Cuando terminaron, ella había muerto. La tierra y la gente que tanto amábamos nos habían traicionado.
Cargué su cuerpo hasta mi ciudad. Tomé un arma y la descuarticé en doce piezas. Envíe una parte a cada tribu de Israel. Tenían que enterarse de lo que había sucedido! Había que publicar las consecuencias viles de la división y la apatía! Era necesario que nuestro caso fuera el único.
El pueblo reaccionó como nunca antes. El crimen despertó la conciencia de muchos. La indignación los hizo volver de su estado de estupor. Los jefes del pueblo, con sus ejércitos, vinieron pronto y juzgaron aquella ciudad. Guibeá fue destruida. Aquella ciudad maldita y traidora, que se convirtió en evidencia del estado general de nuestra nación pagó por su injusticia.
Nuestros espíritus despertaron, pero hizo falta una tragedia. ¿Está despierto el espíritu de tu nación?
Nuestra ciudad es perfecta. Estamos en esta isla donde no pasa nada. Es la burbuja inmune. Es el paraíso. Esta es nuestra blanca Mérida: “Ah! Como la queremos!!”. Pero no te engañes, ahí afuera todo es justo como en esta poderosa historia. Cada quien hace lo que quiere, y tu eres igual de apático que todos ellos.
Tú te levantas por la mañana y no tienes miedo de salir a la calle, por eso no te importa. Tu puedes ir libre a donde quieras y no temes cruzarte en una balacera, por eso eres apático. Tu vuelves a casa y no piensas en la posibilidad de encontrar el cuerpo de tus padres cubierto de balas, por eso eres indiferente.
Es verdad, puede que seas una buena persona que no se mete con nadie. Tal vez eres como esos viajeros que ningún daño hacían caminando en la ciudad. O mejor aún, quizás eres como el anciano, buen hombre, que hospeda a otra gente buena en su casa. Pero da igual, no estás exento.
Llegará el momento donde los perversos tocarán a nuestra puerta. Pedirán por ti o por tu familia. Están haciéndolo yo en muchas partes del país, matando gente inocente. Aquel pueblo supo responder y despertar ante la indignación. Nosotros seguimos indiferentes, no nos importa Cd. Juárez, no nos importa Tamaulipas, Durango, Sonora… territorios completamente perdidos en las manos del crimen organizado.
Si no te levantas pronto, ellos tocarán a tu puerta.
29 April 2010
El Valle de los Huesos Secos
Sabía que no podía detenerme. A pesar de que la caminata había sido larga, no había lugar para el cansancio, para la indecisión. Las grandes cosas de la vida no se consiguen con duda y mediocridad, sino con determinación. Pensaba en todo eso mientras caminaba, para motivarme, para permanecer, y más que nada, para recordar la promesa de que, al final del camino, habría una recompensa.
Me detuve algunas veces. Se quebranta el cuerpo, más no el espíritu. Apenas mis fuerzas eran suficientes para continuar, avanzaba. Siempre hacía adelante.
Cuando llegué al lugar de la promesa, por un momento pensé que todo había sido en vano. Aquel valle del que hablaban mis antepasados no era más que un montón de tierra llena de huesos secos. La profecía declaraba que de aquí saldría un gran ejército, a reconquistar nuestras ciudades. En ese valle no había nada. Huesos secos y nada más.
Pude haberme retirado, rendido, vuelto a casa con las manos vacías y los sueños rotos; pero recordé que nos movemos por fe, no por vista. Entonces levanté los ojos al Infinito, y grité en silencio al Padre de las Luces.
Entonces, vino el Espíritu sobre mí y me puso en medio del Valle de los Huesos Secos. Hijo de hombre –me preguntó- ¿vivirán estos huesos? Con fe, respondí: Señor, tú lo sabes. Me dijo entonces: Profetiza sobre estos huesos y diles: Huesos secos, oíd palabra del Señor: he aquí yo hago entrar espíritu en vosotros y vivireís. Y pondré tendones sobre vosotros, y haré subir sobre vosotros carne, y os cubriré de piel, y sabréis que yo soy Dios.
Profeticé pues, como me fue mandado; y hubo un ruido mientras yo profetizaba, y he aquí un temblor, y los huesos se juntaron cada hueso con su hueso. Y miré, y he aquí tendones sobre ellos, y la carne subió, y la piel cubrió por encima de ellos. Pero no había en ellos espíritu. Y me dijo: profetiza, hijo de hombre, y di al espíritu: asi ha dicho el Señor: Ven de los cuatro vientos y sopla sobre los muertos, y vivirán. Y profeticé, y entró espíritu en ellos, y vivieron, y estuvieron sobre sus pies: un ejército grande en extremo.
Me dijo luego: hijo de hombre, todos estos huesos son la casa de Israel. He aquí, ellos dicen: nuestros huesos se secaron, y pereció nuestra esperanza, y somos del todo destruidos. Por tanto profetiza: Así dice el Señor: he aquí yo abro vuestro sepulcros, pueblo mio, y os haré subir de vuestras sepulturas, y pondré Espiritu en vosotros, y viviréis.
Nuestro pueblo se declara hoy sin esperanza, piensa que del todo hemos sido destruidos. La gente anda solo por inercia, buscando una experiencia que los haga sentir vivos. Buscan la sensación, el extasis, el placer para sentirse vivos: No son más que un valle de huesos secos. Sin embargo, las cosas podrían ser diferentes si se encontrase a alguien caminando sin descanso, hacía el destino correcto. Podrías ser tu, yo, deberíamos ser ambos. Caminando con determinación, aunque el camino parezca infinito. Probablemente lleguemos y nos topemos con un Valle de Huesos Secos. Hablaremos y no nos escucharán, daremos razones y no entenderán, pero habrá Uno en los cielos, que nos dará autoridad para profetizar sobre esos huesos. Carne subirá sobre ellos, y estarán ahí, vivos, escuchándonos. Podríamos ser lideres, pero renunciaremos a ello. Habremos entendido que hay cosas más grandes. Hablaremos entonces a los cuatro vientos, y el Espiritu que está en nosotros vendrá sobre ellos. No seremos los jefes, seremos parte de los miles. Seremos parte de la multitud que habrá entendido el sentido de la vida, que vivirá no para sí, sino para los demás, porque alguien ha muerto por nosotros.
No tienes idea de cuantos Valles de los Huesos Secos esperan que comiences a caminar hacia ellos. No te imaginas cuantos de tus amigos, tus familiares y conocidos yacen muertos, secos, esperando tu palabra sobre sus vidas.
Es hora de caminar.
12 April 2010
En medio de la corrupción: La Justicia
Samuel abrió al nacer la matriz de una mujer estéril, Ana. Por mucho tiempo Ana rogó al cielo un hijo, Samuel fue la respuesta a ese clamor.
En señal de agradecimiento, Ana decidió poner a Samuel al servicio del Sacerdote Elí apenas destetara. Cumplido el tiempo, Ana trajo a Samuel delante de Elí.
En el templo ministraban Elí y sus hijos. Mientras, el pequeño Samuel observaba y aprendía todo cuanto podía. No tardó mucho tiempo en descubrir la impiedad de los hijos de Elí, quienes menos preciaban las ofrendas del pueblo al Padre de las Luces. Sin embargo, el joven Samuel crecía delante de La Verdad, y era aceptó delante de Él y delante de los hombres, actuando siempre en integridad y en justicia, a pesar de habitar junto a tan grandes ladrones.
La corrupción y la maldad de los hijos de Elí habían llegado al límite. Robaban gran parte de las ofrendas que el pueblo traía al templo, sin entender que no era a la gente a quien robaban, sino al Dios Justo. El Padre de las Luces había resuelto hacerlos morir.
Elí desatendía la perversidad y la traición de sus hijos, por lo tanto era también culpable. El Dios Justo se dirigió a él: Yo había dicho que tu casa y la casa de tu padre andarían delante de mí perpetuamente, mas ahora nunca tal yo haga, porque yo honraré a los que me honran, y los que me desprecian serán tenidos en poco. Yo me suscitaré un sacerdote fiel, que haga conforme a mi corazón y a mi alma, y el que hubiere quedado en tu casa vendrá a postrarse delante de él.
Llegó destrucción y castigo a la casa de Elí. Sus hijos murieron y él perdió la vista. Pero Samuel seguía creciendo, el Dios Justo estaba con él, y no dejo caer a tierra ninguna de sus palabras. Y todo Israel, desde Dan hasta Beerseba, conoció que Samuel era fiel profeta de Dios.
Te sorprendería saber la semejanza que tiene esto con la realidad. Han pasado miles de años, la respuesta ha estado escrita siempre, pero no te has atrevido a descubrirla. El Libro Sagrado permanece en los estantes, gritando las soluciones, cada vez más lleno de polvo.
Hoy en día, los sacerdotes también roban parte de la ofrenda, también piensan que roban al pueblo y no a La Justicia. Puedes cambiar los títulos, los sustantivos, pero el trama es el mismo, desde hace miles de años. Sustituye ofrenda por impuestos, hijos de Elí por políticos, y lo más importante, elige quien será sustituido por tu nombre: Elí, el que hace caso omiso de la injusticia o Samuel, el que se levanta en integridad para resolver el problema.
Quieras o no, eres parte de la historia. Lo sepas o no, tu historia está escrita en el Libro Sagrado. Puedes empezar a descubrirla, o dejar que se empolve aún más. Mientras tanto, te enteras hoy de tu papel en esta historia.
Decide ya si serás un Samuel justo, integro y honrado, que a pesar de ver la tranza y la injusticia permanece fiel a la Ley de los ancestros y a La Justicia; o un Elí, que sucumbe ante “el que no tranza no avanza”, que permanece inmóvil mientras en daño no sea directo en su contra.
Lo que sea que planees escoger, hazlo pronto. Porque el Padre de las Luces se suscitará sacerdotes fieles, que hagan conforme a su corazón y su alma…
En señal de agradecimiento, Ana decidió poner a Samuel al servicio del Sacerdote Elí apenas destetara. Cumplido el tiempo, Ana trajo a Samuel delante de Elí.
En el templo ministraban Elí y sus hijos. Mientras, el pequeño Samuel observaba y aprendía todo cuanto podía. No tardó mucho tiempo en descubrir la impiedad de los hijos de Elí, quienes menos preciaban las ofrendas del pueblo al Padre de las Luces. Sin embargo, el joven Samuel crecía delante de La Verdad, y era aceptó delante de Él y delante de los hombres, actuando siempre en integridad y en justicia, a pesar de habitar junto a tan grandes ladrones.
La corrupción y la maldad de los hijos de Elí habían llegado al límite. Robaban gran parte de las ofrendas que el pueblo traía al templo, sin entender que no era a la gente a quien robaban, sino al Dios Justo. El Padre de las Luces había resuelto hacerlos morir.
Elí desatendía la perversidad y la traición de sus hijos, por lo tanto era también culpable. El Dios Justo se dirigió a él: Yo había dicho que tu casa y la casa de tu padre andarían delante de mí perpetuamente, mas ahora nunca tal yo haga, porque yo honraré a los que me honran, y los que me desprecian serán tenidos en poco. Yo me suscitaré un sacerdote fiel, que haga conforme a mi corazón y a mi alma, y el que hubiere quedado en tu casa vendrá a postrarse delante de él.
Llegó destrucción y castigo a la casa de Elí. Sus hijos murieron y él perdió la vista. Pero Samuel seguía creciendo, el Dios Justo estaba con él, y no dejo caer a tierra ninguna de sus palabras. Y todo Israel, desde Dan hasta Beerseba, conoció que Samuel era fiel profeta de Dios.
Te sorprendería saber la semejanza que tiene esto con la realidad. Han pasado miles de años, la respuesta ha estado escrita siempre, pero no te has atrevido a descubrirla. El Libro Sagrado permanece en los estantes, gritando las soluciones, cada vez más lleno de polvo.
Hoy en día, los sacerdotes también roban parte de la ofrenda, también piensan que roban al pueblo y no a La Justicia. Puedes cambiar los títulos, los sustantivos, pero el trama es el mismo, desde hace miles de años. Sustituye ofrenda por impuestos, hijos de Elí por políticos, y lo más importante, elige quien será sustituido por tu nombre: Elí, el que hace caso omiso de la injusticia o Samuel, el que se levanta en integridad para resolver el problema.
Quieras o no, eres parte de la historia. Lo sepas o no, tu historia está escrita en el Libro Sagrado. Puedes empezar a descubrirla, o dejar que se empolve aún más. Mientras tanto, te enteras hoy de tu papel en esta historia.
Decide ya si serás un Samuel justo, integro y honrado, que a pesar de ver la tranza y la injusticia permanece fiel a la Ley de los ancestros y a La Justicia; o un Elí, que sucumbe ante “el que no tranza no avanza”, que permanece inmóvil mientras en daño no sea directo en su contra.
Lo que sea que planees escoger, hazlo pronto. Porque el Padre de las Luces se suscitará sacerdotes fieles, que hagan conforme a su corazón y su alma…
17 March 2010
Fuego del Cielo
Para Adriana, cuyas ausencias me enseñan a ser cada vez una planta más fuerte; y esperar entonces beber las nutritivas aguas de su amistad.
Eran los tiempos del rey Acab, hijo de Omri. Sin duda, aquellos días eran malos. La nación completa se había volcado hacia la maldad y la perversión. El pueblo se había apartado de La Verdad y La Justicia.
Entonces Elías tisbita se levantó de entre la corrupta multitud y dijo a Acab: Vive El Padre de las Luces, en cuya presencia estoy, que no habrá lluvia ni rocío en estoy años sino por mi palabra.
Pasaron días y meses, y la tierra no bebió ni una sola gota de agua. Los arroyos se secaron, los ríos no eran más que veredas, y los pastizales ahora eran desiertos. La voz de aquel tisbita hacía eco en los oídos del rey Acab. Se envió por todo el reino hombres que lo buscasen, sin embargo nadie logró hallarlo. La desesperación ganaba cada vez más terreno. El hambre y la sed eran común denominador, la nación comenzó a pagar las consecuencias de sus crímenes.
Mientras tanto, Elías habitaba en una cueva, en Querit. Aislado del mundo, manteniendo una relación personal con el Dios de sus ancestros. Nunca le hizo falta nada, y si lo hubiera hecho, poco hubiera importado. Mejor es un día con ÉL que mil fuera de su presencia.
No obstante llegó el día que alguna vez fue profetizado. Elías salió al encuentro del rey Acab. Se presentó delante de una nación sedienta, pero aún pervertida. Cientos de profetas y sacerdotes le hacían frente a Elías. Miserables, poco entendidos, no tenían idea de a quien se oponían. No era Elías a quien enfrentaban, era La Justicia misma quien les combatía.
Elías reprendió al pueblo: ¿Hasta cuándo claudicareis vosotros entre dos pensamientos? Si La Justicia es vuestro Dios entonces seguidle; y si Baal es entonces, id en pos de él.
Elías tisbita conocía bien las capacidades de El Padre de las Luces, aquellos días en la cueva habían servido para conocer personalmente a aquel Dios que todos conocían al menos de oídas. Elías no dudo ni un segundo, convocó a todos los profetas de Baal a una contienda: “Dénsenos dos bueyes y escojan ustedes uno, y córtenlo en pedazos, y pónganlo sobre leña, pero no pongan fuego debajo; y yo prepararé el otro buey, y lo pondré sobre leña, sin ningún fuego debajo. Invocad luego vosotros el nombre de vuestros dioses y yo invocaré el nombre de La Verdad; y el Dios que respondiere por medio de fuego, ese sea nuestro Dios."
Todo el mundo estuvo de acuerdo. Los profetas de Baal comenzaron sus rituales: canticos, sacrificios, gritos, alaridos. Se mutilaban a sí mismos haciendo de sus cuerpos ríos de sangre. Pero nada ocurrió. Elías los impulsaba: " gritad en voz alta, quizá su dios está meditando, quizá tiene algún trabajo, o tal vez duerme y hay que despertarle". Pasaron las horas y nada sucedió.
Era turno de Elías. Hizo traer hombres que cavaron un canal alrededor del altar. Luego, derramó tres rondas de cuatro cantaros de agua sobre el altar, de tal forma que incluso el canal rebosaba. Entonces gritó: Padre, sea hoy manifiesto que tu eres Dios, que conozca este pueblo que tu eres el Dios, y que vuelves a ti el corazón de ellos. Entonces fuego cayó del cielo y consumió el holocausto, la leña, las piedras y el polvo, aún lamió el agua que estaba en la zanja.
Es muy probable que alguna vez hayas pensado que todo esto es demasiado, que estás de acuerdo con la libertad y con la tolerancia pero que es probable que hayamos cruzado el límite. Posiblemente te has sentido incomodo dentro de ti mientras las multitudes ríen. Piensas que nos acercamos cada vez más a las atrocidades del antiguo Circo Romano. Poco nos falta para volver a las prácticas brutales y crueles de la Edad Media. Esto de la civilización es un círculo que nos trae de vuelta a la barbarie.
Te pregunto hoy lo que preguntó Elías aquel día: ¿Hasta cuándo claudicareis entre dos pensamientos? Puedes elegir cualquier cosa, pero debes elegir de una vez. Quieras o no, dos fuerzas se enfrentan cada día, y no puedes permanecer en tierra de nadie. Estás con unos o con otros, con ellos o con nosotros. De un lado los corruptos, los inicuos, los criminales y los deshonestos. De otro lado los hombres justos, los esforzados, los valientes, la gente de principios.
Día a día cada uno de nosotros se levanta delante del pueblo a denunciar las impiedades, las trampas, los abusos. No hace falta que digamos que no lloverá más, pues hace bastante tiempo que estamos en sequía (México lleva siglos en decadencia). Sin duda, se acerca el día en que nos enfrentaremos: ellos contra nosotros. Comprobaremos entonces si es verdad que “el que no tranza no avanza”, que “no pasa nada”, etc. Pronto seremos juzgados ante el pueblo, ante La Verdad, ante nuestro futuro. Decide de una vez si estarás con los falsos profetas, o serás de aquellos cuyo altar es consumido por El Fuego del Cielo.
08 March 2010
La imponente estatua
No basta con vencer una batalla. Bien lo dice el Libro Sagrado: el que persevere hasta el fin...
Daniel, Azarías, Misael y Ananías demostraron al mundo que es posible permanecer fiel, enseñaron a todos que la Justicia y la Verdad no han dejado, y nunca dejarán de ser, inconmovibles, inmutables, invencibles.
El resultado fue bastante claro, abrumadora victoria para aquellos que propusieron en su corazón no contaminarse. Sin embargo, la guerra debe ganarse todos los días, hasta el fin.
No conocemos las fechas exactas, pero no pudo haber pasado mucho tiempo desde aquella honrosa presentación delante del rey y la siguiente batalla...
El rey Nabucodonosor hizo una estatua de oro cuyas dimensiones eran sesenta codos de alto y seis codos de ancho. La levantó en el campo de Dura, en la provincia de Babilonia. Y envió el rey a que se reunieran los sátrapas, los magistrados, capitanes, oidores, tesoreros, consejeros, jueces y todos los gobernadores de las provincias, para que viniesen a la dedicación de la estatua que había construido.
Fueron pues reunidos todos los súbditos del rey y estaban de pie delante de la enorme estatua. La inmensidad de la escultura hacía parecer del soldado más fuerte de todo el ejército no más que un pequeño niño. Pocas veces se había visto tanto oro en un mismo lugar, mucho menos fuera de una mina! Ni pensar que en un artificio humano! Aquella majestuosa estatua era imponente, monstruosa.
El pregonero anunciaba en alta voz: Mándese a vosotros, oh pueblos, naciones y lenguas, que al oír el son de la bocina, de la flauta, del tamboril, del arpa, del salterio, de la zampoña y de todo instrumento de música, os postréis y adoréis la estatua de oro que el rey Nabucodonosor ha levantado; y cualquiera que no se postre y adore, inmediatamente será echado dentro de un horno de fuego ardiente.
Hacía algún tiempo Daniel, Azarías, Misael y Ananías pensaron haber dejado claro que no estaban dispuestos a contaminarse, a postrarse ante otro dios, otra cultura, otra idiosincrasia. Por supuesto, no se inclinaron delante de aquella estatua, que por más imponente no pasaba de ser creación humana. Pensaban, sin dudarlo, que había allá afuera una Verdad mucho más poderosa que la gran estatua.
Los traidores no tardaron en aparecer. Los jóvenes fueron denunciados y llevados delante del rey. Aquellos eran los mejores hombres del reino, los más sabios, eficientes y fieles. No obstante, la mano del rey debía hacerse sentir. No había lugar a tolerancia, a la más mínima desobediencia. Habló Nabucodonosor y les dijo: ¿Es verdad que vosotros no honráis a mi dios, ni adoráis la estatua que he levantado? Ahora pues, ¿estáis dispuestos para que al oír el son de la música os postréis y adoréis la estatua que he hecho? Porque sino la adorareis, de inmediato series echados en medio de un fuego ardiendo; ¿y qué dios será aquel que os libre de mi mano?
Azarías, Misael y Ananías ni siquiera lo pensaron. Sus nervios estaban perfectamente controlados, sus rodillas no temblaban, ni sus ojos despedían lágrimas. Respondieron al rey diciendo: No es necesario que te respondamos sobre este asunto. He aquí nuestro Dios puede librarnos del horno de fuego ardiendo; y de tu mano, oh rey, nos librará. Y si no, sepas oh rey, que no serviremos a tus dioses, ni tampoco adoraremos la estatua que has levantado.
Entonces Nabucodonosor se llenó de ira, y se demudó el aspecto de su rostro contra los jóvenes, y ordenó que el horno se calentase siete veces más de lo acostumbrado. Y envió a hombres muy vigorosos que tenía en su ejército, que atasen los muchachos para echarlos en el horno de fuego.
Los jóvenes fueron atados con sus mantos, sus calzas, sus turbantes y sus vestidos, y fueron echados dentro del horno de fuego ardiendo...
El fin de la historia es ahora irrelevante. Nos queda claro que Azarías, Misael y Ananías no negaron nunca su fe, no renunciaron nunca a sus convicciones, no se inclinaron jamás ante aquello que consideraban perfecto. No, no hubiese sido simplemente hincarse ante una estatua. Postrarse ante ese ídolo hubiera significado la derrota de todo su pasado. Rendirse ahora, sería hacer que todo el esfuerzo anterior, suyo y de sus ancestros, terminará en aquel horno. Sin duda, era mejor que ardiesen sus cuerpos y no su fe: la fe no se consumiría nunca, sin importar que tan intenso pudiesen ser las llamas.
Y tú qué piensas que no te postras delante de nada, que vas por la vida haciendo reverencia a las estatuas y ni siquiera te das cuenta. Es verdad que no hay grandes esculturas de oro delante de ti, pero si hay muchas estatuas. Es cierto que no te incas ante nada, pero si sucumbes ante la más mínima presión. ¿Acerca del horno de fuego? No, ningún horno con llamas te espera aún.
Pero ahí están las imponentes estatuas: está ahí la presión social, están ahí las nuevas tendencias, las ideologías. Están ahí la corrupción, la mediocridad, la indiferencia, la apatía. Están delante de ti, tan imponentes como aquella estatua en medio del campo Dura. Está también la amenaza del fuego: la presión social, el qué dirán, tu reputación, tus “oportunidades” de ascenso sucio. Llegó la hora de escoger, puedes hincarte ante las grandes estatuas y hacer que tus valores se consuman en el fuego o puedes decidir permanecer de pie no importa cuánto tiempo tarde la música ordenando que te postres.
28 February 2010
Y se propusieron...
Luego de un largo sitio a la ciudad de Jerusalén, el rey Nabucodonosor de Babilonia logró someterla. Los caldeos celebraban orgullosos su gloriosa victoria. Ahora, toda la ciudad estaba a su servicio.
Nabucodonosor ordenó que se escogieron de los hijos de Israel muchachos en los que no hubiese tacha alguna, de buen parecer, enseñados en toda sabiduría, diestros en ciencia, de buen entendimiento e idóneos para estar en el palacio del rey; mandó que se les enseñase las letras y la lengua de Babilonia.
El rey señaló ración para cada día de la provisión alimenticia de su propio palacio, y del vino que él bebía; para que después de tres años ellos se presentasen delante del rey.
Entre los seleccionados estaban Daniel, Ananías, Misael y Azarías, de los hijos de Judá. A estos, en Babilonia, se les hizo nombrar Beltsasar, Sadrac, Mesac y Abed-nego.
Aquella modificación, para nosotros insignificante, constituía para ellos una cruda humillación. No eran simplemente nombres lo que les arrebataban, les quitaban al mismo tiempo su destino y la esencia de su identidad; aquello que sus padres habían declarado para sus vidas desde su nacimiento.
Los jóvenes se propusieron en el corazón no contaminarse con la porción de la comida del rey, ni con el vino que Nabucodonosor bebía; pidieron, por tanto, al jefe a cargo que no se les obligase a participar de esos alimentos. Melsar, el jefe de los caldeos, temía que, al ver el rey a estos jóvenes más débiles que al resto de los muchachos, fuese castigado. Pero los jóvenes respondieron: Te rogamos que hagas un intento con nosotros tus siervos por diez días, y nos des a comer sólo legumbres y a beber agua. Compara luego nuestros rostros al resto de los muchachos que comen ración de la comida del rey, y haz entonces con nosotros según veas.
Melsar aceptó. Y durante diez días estos jóvenes se abstuvieron de probar el manjar que el rey de Babilonia les ofrecía. Mientras el resto de sus compañeros comían y bebían hasta saciarse de deliciosos platillos, ellos permanecían fieles comiendo no más que legumbres y agua.
Al cabo de los días pareció el rostro de ellos mejor y más robusto que el de los otros muchachos. Pasados pues, los días al fin de los cuales había dicho el rey que los trajesen, el jefe de los caldeos los trajo delante de Nabucodonosor. Y el rey habló con ellos, y no fueron hallados entre todos, como Daniel, Ananías, Misael y Azarías.
Así pues, estuvieron delante del rey, y en todo asunto de sabiduría e inteligencia que el rey les consultó, los halló diez veces mejores que todos los magos y astrólogos que había en todo su reino.
Tu cultura y tus raíces han sido conquistadas por extraños invasores. Te han propuesto salidas fáciles y manjares deliciosos. Si te unes a ellos, tendrás siempre riquezas y comida en la mesa. Lo único que hace falta para acceder a la mejor de las glorias es renunciar a todo aquello que eras hasta entonces. Basta con que niegues ser lo que has sido y todo aquello que te han enseñado. La propuesta es bastante atractiva.
Olvídate de la honestidad, de la verdad y de la justicia. Olvídate del Dios de tus padres, de la fe de tus ancestros. Olvídate de todo aquello que te ha permitido ser lo que ahora eres. ¡Conviértete a nosotros! Dicen los conquistadores.
Puedes hacer lo que gustes. Tienes ambas opciones, renuncia a tu mundo y entra a esa jungla de placeres y delicias carnales o permanece fiel a lo que eres y a lo que has sido. Desecha tu fe y tus más profundos valores o permanece ligado a tu noción de justicia.
Daniel y los otros tres jóvenes, decidieron hacer lo que consideraban correcto, aferrarse a su fe y a sus creencias. Propusieron en su corazón no renunciar. ¿Tú que vas a hacer?
Puedes salir y ser parte del resto de los muchachos, deleitarte en la injusticia, en la promiscuidad, en la corrupción. Puedes enriquecerte a base de trampas y fraudes. O puedes proponer en tu corazón no contaminarte, hacer solamente actos de justicia, verdad y honestidad.
Tú tienes una ventaja, sabes lo que sucederá cuando llegues delante del Rey.
Nabucodonosor ordenó que se escogieron de los hijos de Israel muchachos en los que no hubiese tacha alguna, de buen parecer, enseñados en toda sabiduría, diestros en ciencia, de buen entendimiento e idóneos para estar en el palacio del rey; mandó que se les enseñase las letras y la lengua de Babilonia.
El rey señaló ración para cada día de la provisión alimenticia de su propio palacio, y del vino que él bebía; para que después de tres años ellos se presentasen delante del rey.
Entre los seleccionados estaban Daniel, Ananías, Misael y Azarías, de los hijos de Judá. A estos, en Babilonia, se les hizo nombrar Beltsasar, Sadrac, Mesac y Abed-nego.
Aquella modificación, para nosotros insignificante, constituía para ellos una cruda humillación. No eran simplemente nombres lo que les arrebataban, les quitaban al mismo tiempo su destino y la esencia de su identidad; aquello que sus padres habían declarado para sus vidas desde su nacimiento.
Los jóvenes se propusieron en el corazón no contaminarse con la porción de la comida del rey, ni con el vino que Nabucodonosor bebía; pidieron, por tanto, al jefe a cargo que no se les obligase a participar de esos alimentos. Melsar, el jefe de los caldeos, temía que, al ver el rey a estos jóvenes más débiles que al resto de los muchachos, fuese castigado. Pero los jóvenes respondieron: Te rogamos que hagas un intento con nosotros tus siervos por diez días, y nos des a comer sólo legumbres y a beber agua. Compara luego nuestros rostros al resto de los muchachos que comen ración de la comida del rey, y haz entonces con nosotros según veas.
Melsar aceptó. Y durante diez días estos jóvenes se abstuvieron de probar el manjar que el rey de Babilonia les ofrecía. Mientras el resto de sus compañeros comían y bebían hasta saciarse de deliciosos platillos, ellos permanecían fieles comiendo no más que legumbres y agua.
Al cabo de los días pareció el rostro de ellos mejor y más robusto que el de los otros muchachos. Pasados pues, los días al fin de los cuales había dicho el rey que los trajesen, el jefe de los caldeos los trajo delante de Nabucodonosor. Y el rey habló con ellos, y no fueron hallados entre todos, como Daniel, Ananías, Misael y Azarías.
Así pues, estuvieron delante del rey, y en todo asunto de sabiduría e inteligencia que el rey les consultó, los halló diez veces mejores que todos los magos y astrólogos que había en todo su reino.
Tu cultura y tus raíces han sido conquistadas por extraños invasores. Te han propuesto salidas fáciles y manjares deliciosos. Si te unes a ellos, tendrás siempre riquezas y comida en la mesa. Lo único que hace falta para acceder a la mejor de las glorias es renunciar a todo aquello que eras hasta entonces. Basta con que niegues ser lo que has sido y todo aquello que te han enseñado. La propuesta es bastante atractiva.
Olvídate de la honestidad, de la verdad y de la justicia. Olvídate del Dios de tus padres, de la fe de tus ancestros. Olvídate de todo aquello que te ha permitido ser lo que ahora eres. ¡Conviértete a nosotros! Dicen los conquistadores.
Puedes hacer lo que gustes. Tienes ambas opciones, renuncia a tu mundo y entra a esa jungla de placeres y delicias carnales o permanece fiel a lo que eres y a lo que has sido. Desecha tu fe y tus más profundos valores o permanece ligado a tu noción de justicia.
Daniel y los otros tres jóvenes, decidieron hacer lo que consideraban correcto, aferrarse a su fe y a sus creencias. Propusieron en su corazón no renunciar. ¿Tú que vas a hacer?
Puedes salir y ser parte del resto de los muchachos, deleitarte en la injusticia, en la promiscuidad, en la corrupción. Puedes enriquecerte a base de trampas y fraudes. O puedes proponer en tu corazón no contaminarte, hacer solamente actos de justicia, verdad y honestidad.
Tú tienes una ventaja, sabes lo que sucederá cuando llegues delante del Rey.
08 February 2010
Hasta la muerte
Urías miró atrás y vio a sus compañeros alejarse. Sus ojos se llenaron de lágrimas, había sido traicionado. El ruido de los caballos enemigos lo hicieron volver en sí, y combatió, sólo, hasta la muerte...
Urías, el heteo, fue desde el principio uno de los mejores hombres del ejército. No solamente por sus impresionantes capacidades militares, sino por su gran espíritu. Solía decirse entre sus compañeros que la fuerza del heteo venía más de su espíritu que de sus músculos, y el poder de su espada nunca fue tan grande como el de su corazón. Estuvo con y para el rey desde el principio. Un hombre leal, honesto y fiel, pertenecía no sólo a la elite del ejército sino a más íntimo grupo de amigos del monarca.
Con toda justicia había servido al reino, la vida lo recompensó con su más grande pasión: Betsabé, la mujer de su juventud. La única de su vida, la amada, la indispensable, el deleite de sus ojos, Betsabé.
Dejarla para ir a la guerra no era cosa para nada sencilla, pero Urías nunca dudó, su fidelidad primordial era con el Reino, además, Betsabé sería siempre un excelente motivo para volver a casa vivo, era ella una de sus inspiraciones en la batalla.
Aquellos días se libraba una guerra contra los hijos de Amón. Urías debía ir y acabar con ellos, habría que deshacerse de los amonitas de una vez por todas: ¡Por la Verdad, por el rey, por Betsabé! Antes de partir, le dio un beso en la frente y prometió volver pronto, con la victoria.
Mientras tanto el rey, amigo de Urías, se paseaba en lo más alto del palacio. Vio entonces a la hermosa mujer dándose un baño. Sin pensarlo dos veces, mandó a llamar aquella mujer, y usando toda su autoridad, lo hizo pasar con él la noche. La mujer volvió a casa, desecha, cualquier otra mujer hubiera estado feliz de compartir la cámara intima del rey, pero ella no. Betsabé no.
La mujer concibió y lo hizo saber al rey. Entonces, el rey reaccionó, no solamente había abusado de aquella mujer, también había traicionado a unos de sus mejores hombres, más allá, uno de sus más cercanos amigos. La desesperación se hizo carne dentro del rey. Miles de pensamientos vinieron a su mente: confesarlo todo, deshacerse del niño, de la mujer, o incluso... no, eso no, sería demasiado... Es la única salida! deshacerse de Urías!
El rey envió a llamar a Urías del campo de batalla. Le daría una oportunidad: si Urías se acostaba con su esposa, jamás sospecharía que el niño dentro del vientre de su amada no era suyo. Era esa sin duda, la mejor alternativa. Así todos ganaban, o más bien, el rey no perdía.
Llegado de la guerra, el rey invitó a Urías a ir e llegarse a su esposa. Pero Urías tenía las cosas claras: era imposible desentenderse del resto de sus compañeros para llenarse él mismo. Claro, amaba con todo su corazón a Betsabé, pero no sería capaz de alegrarse él mientras sus compañeros peleaban. Volvería a ver a Betsabé, solamente cuando el resto de sus hombres vieran también a sus esposas.
El rey decidió entonces. Era su reino, su honor, o Urías. Un gran hombre, sin duda, pero el egoísmo del rey nubló por completo su vista: Escribió una carta a Joab, comandante mayor del ejército,para que enviara a Urías al frente de batalla más peligroso, y que entonces, lo dejaran sólo. El rey ordenó al mismo Urías entregar la carta a Joab.
Urías, el heteo, cabalgó sin detenerse, sin dudar del rey, sin abrir la carta. Urías cabalgó rápidamente y sin descanso, llevando su propia sentencia, hacía la muerte.
Cuando Urías vio a sus amigos darle la espalda, entendió velozmente. Por eso el rey lo hizo llamar, por eso la insistencia, por eso la carta, por eso la traición. Urías lloró al darse cuenta, pero nunca huyó. Volvió la vista al frente, y con los ojos llenos de lágrimas, luchó hasta la muerte. Peleó fielmente, hasta el final, por la Verdad, por Betsabé, y por el rey, su mejor amigo, quien lo había traicionado.
No se trata solamente de luchar para vencer, se trata de luchar aunque la derrota sea inevitable. Así luchó Urías, cuando todo estaba perdido, cuando era él el único peleando. Aun cuando había sido traicionado, peleó por aquellos que lo dejaban solo. Luchó fielmente por el rey que había ordenado su muerte, peleó por sus amigos, quienes lo abandonaban. Peleó por todos ellos, y por sus más profundos valores. Peleó por la libertad, por la justicia, por la fidelidad. Huir hubiera significado traicionarse a sí mismo, y ser simplemente un traidor más. ¿Por qué tú y yo somos diferentes? ¿Por qué nos rendimos ante la más mínima prueba? ¿Por qué nos traicionamos a nosotros mismos si ni siquiera hemos sido traicionados como lo fue Urías? Tú y yo hablamos mal de México, de los políticos, del presidente, de la corrupción y nos creemos muy justos, pero ante la más mínima oposición traicionamos todas nuestras palabras. Urías luchó ante un enorme ejército, hasta la muerte, a pesar de que todos sus compañeros le habían dado la espalda. ¿Por qué no luchamos nosotros también? ¿Por qué no nos apartamos de la corrupción, de la apatía? No des esa mordida, paga la multa. No compres piratería, renta la película. No copies en ese examen, estudia. Tu labor es mucho más fácil que la de Urías, el heteo. La pregunta es si tu corazón es tan grande como el suyo.
Urías, el heteo, fue desde el principio uno de los mejores hombres del ejército. No solamente por sus impresionantes capacidades militares, sino por su gran espíritu. Solía decirse entre sus compañeros que la fuerza del heteo venía más de su espíritu que de sus músculos, y el poder de su espada nunca fue tan grande como el de su corazón. Estuvo con y para el rey desde el principio. Un hombre leal, honesto y fiel, pertenecía no sólo a la elite del ejército sino a más íntimo grupo de amigos del monarca.
Con toda justicia había servido al reino, la vida lo recompensó con su más grande pasión: Betsabé, la mujer de su juventud. La única de su vida, la amada, la indispensable, el deleite de sus ojos, Betsabé.
Dejarla para ir a la guerra no era cosa para nada sencilla, pero Urías nunca dudó, su fidelidad primordial era con el Reino, además, Betsabé sería siempre un excelente motivo para volver a casa vivo, era ella una de sus inspiraciones en la batalla.
Aquellos días se libraba una guerra contra los hijos de Amón. Urías debía ir y acabar con ellos, habría que deshacerse de los amonitas de una vez por todas: ¡Por la Verdad, por el rey, por Betsabé! Antes de partir, le dio un beso en la frente y prometió volver pronto, con la victoria.
Mientras tanto el rey, amigo de Urías, se paseaba en lo más alto del palacio. Vio entonces a la hermosa mujer dándose un baño. Sin pensarlo dos veces, mandó a llamar aquella mujer, y usando toda su autoridad, lo hizo pasar con él la noche. La mujer volvió a casa, desecha, cualquier otra mujer hubiera estado feliz de compartir la cámara intima del rey, pero ella no. Betsabé no.
La mujer concibió y lo hizo saber al rey. Entonces, el rey reaccionó, no solamente había abusado de aquella mujer, también había traicionado a unos de sus mejores hombres, más allá, uno de sus más cercanos amigos. La desesperación se hizo carne dentro del rey. Miles de pensamientos vinieron a su mente: confesarlo todo, deshacerse del niño, de la mujer, o incluso... no, eso no, sería demasiado... Es la única salida! deshacerse de Urías!
El rey envió a llamar a Urías del campo de batalla. Le daría una oportunidad: si Urías se acostaba con su esposa, jamás sospecharía que el niño dentro del vientre de su amada no era suyo. Era esa sin duda, la mejor alternativa. Así todos ganaban, o más bien, el rey no perdía.
Llegado de la guerra, el rey invitó a Urías a ir e llegarse a su esposa. Pero Urías tenía las cosas claras: era imposible desentenderse del resto de sus compañeros para llenarse él mismo. Claro, amaba con todo su corazón a Betsabé, pero no sería capaz de alegrarse él mientras sus compañeros peleaban. Volvería a ver a Betsabé, solamente cuando el resto de sus hombres vieran también a sus esposas.
El rey decidió entonces. Era su reino, su honor, o Urías. Un gran hombre, sin duda, pero el egoísmo del rey nubló por completo su vista: Escribió una carta a Joab, comandante mayor del ejército,para que enviara a Urías al frente de batalla más peligroso, y que entonces, lo dejaran sólo. El rey ordenó al mismo Urías entregar la carta a Joab.
Urías, el heteo, cabalgó sin detenerse, sin dudar del rey, sin abrir la carta. Urías cabalgó rápidamente y sin descanso, llevando su propia sentencia, hacía la muerte.
Cuando Urías vio a sus amigos darle la espalda, entendió velozmente. Por eso el rey lo hizo llamar, por eso la insistencia, por eso la carta, por eso la traición. Urías lloró al darse cuenta, pero nunca huyó. Volvió la vista al frente, y con los ojos llenos de lágrimas, luchó hasta la muerte. Peleó fielmente, hasta el final, por la Verdad, por Betsabé, y por el rey, su mejor amigo, quien lo había traicionado.
No se trata solamente de luchar para vencer, se trata de luchar aunque la derrota sea inevitable. Así luchó Urías, cuando todo estaba perdido, cuando era él el único peleando. Aun cuando había sido traicionado, peleó por aquellos que lo dejaban solo. Luchó fielmente por el rey que había ordenado su muerte, peleó por sus amigos, quienes lo abandonaban. Peleó por todos ellos, y por sus más profundos valores. Peleó por la libertad, por la justicia, por la fidelidad. Huir hubiera significado traicionarse a sí mismo, y ser simplemente un traidor más. ¿Por qué tú y yo somos diferentes? ¿Por qué nos rendimos ante la más mínima prueba? ¿Por qué nos traicionamos a nosotros mismos si ni siquiera hemos sido traicionados como lo fue Urías? Tú y yo hablamos mal de México, de los políticos, del presidente, de la corrupción y nos creemos muy justos, pero ante la más mínima oposición traicionamos todas nuestras palabras. Urías luchó ante un enorme ejército, hasta la muerte, a pesar de que todos sus compañeros le habían dado la espalda. ¿Por qué no luchamos nosotros también? ¿Por qué no nos apartamos de la corrupción, de la apatía? No des esa mordida, paga la multa. No compres piratería, renta la película. No copies en ese examen, estudia. Tu labor es mucho más fácil que la de Urías, el heteo. La pregunta es si tu corazón es tan grande como el suyo.
26 January 2010
Una esperanza en el palacio
Aconteció en los días de Asuero, el Asuero que reinó desde la India hasta Etiopia sobre ciento veinte provincias.
Tiempo atrás, la reina había sido destituida. Vasti rehusó presentarse delante del rey, deshonrando así el mandato real. Debió ser castigada. Toda mujer en Persia habría de ver en Vasti el ejemplo de lo que sucede a todo aquel que opone resistencia al rey. El pueblo del reino en su totalidad, tendría que enterarse de que nadie escapa sin castigo de un acto de rebeldía y desacato. La voz del rey prevalecería, siempre.
Las habitaciones reales yacían ahora vacías. El espacio que llenaba la reina Vasti se hacía evidente, el palacio era otro. Los consejeros del rey enviaron mensajeros a cada provincia, ciudad y aldea: habría que hallar una doncella para el rey. Así fue seleccionada Hadasa, la más hermosa virgen del reino del rey Asuero. Una joven encantadora, huérfana de padres, que había sido criada intachablemente por su primo Mardoqueo, hijo de Jair, del linaje de Benjamín.
Nadie en el reino, ni la misma reina Vasti, llenaba tanto los ojos, el corazón y el espíritu del rey. Hadasa, joven predilecta, joya de la vida, regalo del cielo. -Amada Hadasa!- suspiraba el rey Asuero.
Mientras tanto, Mardoqueo se paseaba con regularidad a las afueras del palacio. Aquella niña que adoptó tiempo atrás, ahora dormía en residencias reales. Aún recordaba cada juego por las tardes, cada historia antes de dormir. Mardoqueo no veía en la reina un rostro deslumbrantemente bello, él veía a su prima, veía a la niña recostada en su regazo derramando lágrimas por la muerte de sus padres. Sin duda, Mardoqueo había hecho un buen trabajo cuidando a Hadasa, aquella huérfana de quien nadie podría esperar nada, era ahora la reina de uno de los más grandes imperios.
Mardoqueo creyó siempre en la justicia y en la lealtad. Nunca apartó su fe de la Verdad Absoluta. Vivió cada día firme y apegado a los principios y preceptos del Dios de sus antepasados. Había criado a la reina dentro de las mismas convicciones. Eran gente buena, gente justa, gente honesta, de esas personas que escasean desde hace tanto tiempo pero aún persisten.
A las afueras del palacio comenzó a respirarse un terrible hedor de rebeldía. Mardoqueo distinguió desde el principio como algunos confabulaban en contra del rey Asuero. Su espíritu se conmovió desde lo más profundo, se encendió dentro de sí una intensa llama clamando por justicia. No dudó en denunciar aquellos hechos. Sin pensar en las posibles represalias, en el repudio de los conspiradores, Mardoqueo anunció al rey los planes en su contra. Aquel acto de justicia se convertía en el derecho de Mardoqueo a ser escuchado y respetado.
A la par, se engrandecía también otro hombre delante de los ojos del rey: Amán. Este hombre hambriento de gloria y reconocimiento aprovechaba cada pizca de autoridad que el rey le concedía para hacer sentirse poderoso entre sus iguales. Todos sucumbían ante la nueva y prominente majestad de Amán. Todos menos Mardoqueo. Sus rodillas nunca se doblarían delante de otro ser que no fuera el Padre de las Luces, la Verdad Absoluta que desde siempre había acompañado a su pueblo.
Amán ardía en ira en contra de aquel fiel judío. Utilizó toda clase de artimañas para lograr que el rey firmase un edicto de exterminio en contra de todo judío. Tergiversó la fe de Mardoqueo delante del rey diciendo: “Hay un pueblo esparcido y distribuido entre los pueblos de todas las provincias de tu reino, y sus leyes son diferentes de las de todo pueblo y no guardan las leyes del rey, al rey nada le beneficia dejarlos vivir”.
Mardoqueo, junto a todo el pueblo judío, entró en la más profunda de las agonías: su destrucción estaba decretada. Sólo el Padre de las Luces podría librarlos. En medio de todo el dolor, la fe de Mardoqueo no se quebró nunca y cuando parecía que todo estaba perdido, regresó la esperanza, había un aliado suyo habitando en las cámaras más intimas del palacio: la reina.
Hadasa tendría que entrar ante la presencia del rey sin haber sido llamada, lo que constituía una grave falta y deshonra. La reina no pudo evitar pensar en Vasti y su vergonzoso fin. Sin embargo, no había más opciones, habría que ponerse en manos del Dios de sus antepasados, aquel que, contaba Mardoqueo, creó el cielo, la tierra y el mar, y todo lo que en ellos hay. Si ese Dios realmente existía, respaldaría a su pueblo. La reina temía por su vida, pero recordaba las palabras de su primo: “No pienses que escaparás en la casa del rey más que cualquier otro judío. Porque si callas absolutamente en este tiempo, respiro y liberación vendrá de alguna otra parte para los judíos; mas tu y la casa de tu padre pereceréis”. Era cierto, la Verdad Absoluta no necesitaba de Hadasa para librar a su pueblo, era Hadasa la que necesitaba del Dios Único.
Hadasa empujó lentamente la gruesa puerta de madera a la entrada del aposento del rey. Dio cada pasó con suma cautela. Mientras entraba delante del rey, todos los criados y consejeros ahí presentes expresaron en sus rostros la mayor de las sorpresas. Sin duda, la reina Hadasa sería una gran pérdida para el reino, era hermosa e inteligente, no debió haber entrado nunca ante el rey de esa forma. Hadasa no se detuvo, caminó hacia Asuero lentamente pero sin titubear. El rey Asuero, también sorprendido, tardó un momento en reaccionar, y entonces, levanto su cetro de oro señalando a la reina. La vida de Hadasa estaba a salvo, el rey desconocía su falta y aceptaba su presencia. Era cierto, el Padre de las Luces estaba presente.
Lo que ocurrió a continuación fue lo más sorprendente. Hadasa declaró al rey que si su aquel edicto de exterminio se cumplía, la reina habría de morir. Moriría también Mardoqueo, el hombre que tiempo atrás salvó la vida del rey de sus conspiradores. Si el reino se deshacía de los judíos, los daños serían irremediables. Eran ellos la única gente fiel de toda Persia.
Los planes de Amán quedaron al descubierto, y la misma horca que él había preparado para asesinar a Mardoqueo, fue utilizada para colgarlo. Mardoqueo fue puesto en lugar de Amán al frente de todos los siervos del rey. Sin embargo, el problema no estaba resuelto. Los edictos del rey no podían ser derogados, tendrían que cumplirse. Fue entonces cuando el Padre de las Luces dio sabiduría a Mardoqueo, y transformó aquel día de luto en alegría. Habría de dictarse un nuevo edicto que permitiera a todo judío reunirse y prepararse para defender sus vidas. La victoria total fue para Hadasa y su pueblo.
La fe de Mardoqueo estuvo puesta siempre en la Verdad Absoluta. Y la fe de uno, cambió el destino de una nación. Aún puede leerse en las Crónicas de los reyes de Media y de Persia la grandeza que alcanzó aquel judío.
Esta poderosa historia del Libro Sagrado nos queda perfecta. Nuestro país vive también en agonía, también nosotros estamos destinados al exterminio y a la muerte. No podemos evadirlo, eventualmente, todas nuestras malas decisiones terminarán de alcanzarnos y entonces será nuestro fin. ¿Será que haya alguien como Mardoqueo? Existirá en México alguien dispuesto a ser fiel en medio de la conspiración? Alguien dispuesto a permanecer firme en sus convicciones, sin doblegarse nunca ante el común denominador? Alguien que ponga toda su fe en la Verdad Absoluta pero toda su lealtad en la justicia? Había miles de personas con las mismas oportunidades que Mardoqueo, pero solo uno pudo ser el primero. Solo Mardoqueo decidió a tiempo. Puedes esperar a que surja algún Mardoqueo para luego simplemente vencer a los que te ataquen, pero es posible que no se levante alguien como él.
Es un hecho, sino eres tú la ayuda vendrá de otra parte. Pero entonces, no serás tu parte de la solución sino parte del problema.
Tiempo atrás, la reina había sido destituida. Vasti rehusó presentarse delante del rey, deshonrando así el mandato real. Debió ser castigada. Toda mujer en Persia habría de ver en Vasti el ejemplo de lo que sucede a todo aquel que opone resistencia al rey. El pueblo del reino en su totalidad, tendría que enterarse de que nadie escapa sin castigo de un acto de rebeldía y desacato. La voz del rey prevalecería, siempre.
Las habitaciones reales yacían ahora vacías. El espacio que llenaba la reina Vasti se hacía evidente, el palacio era otro. Los consejeros del rey enviaron mensajeros a cada provincia, ciudad y aldea: habría que hallar una doncella para el rey. Así fue seleccionada Hadasa, la más hermosa virgen del reino del rey Asuero. Una joven encantadora, huérfana de padres, que había sido criada intachablemente por su primo Mardoqueo, hijo de Jair, del linaje de Benjamín.
Nadie en el reino, ni la misma reina Vasti, llenaba tanto los ojos, el corazón y el espíritu del rey. Hadasa, joven predilecta, joya de la vida, regalo del cielo. -Amada Hadasa!- suspiraba el rey Asuero.
Mientras tanto, Mardoqueo se paseaba con regularidad a las afueras del palacio. Aquella niña que adoptó tiempo atrás, ahora dormía en residencias reales. Aún recordaba cada juego por las tardes, cada historia antes de dormir. Mardoqueo no veía en la reina un rostro deslumbrantemente bello, él veía a su prima, veía a la niña recostada en su regazo derramando lágrimas por la muerte de sus padres. Sin duda, Mardoqueo había hecho un buen trabajo cuidando a Hadasa, aquella huérfana de quien nadie podría esperar nada, era ahora la reina de uno de los más grandes imperios.
Mardoqueo creyó siempre en la justicia y en la lealtad. Nunca apartó su fe de la Verdad Absoluta. Vivió cada día firme y apegado a los principios y preceptos del Dios de sus antepasados. Había criado a la reina dentro de las mismas convicciones. Eran gente buena, gente justa, gente honesta, de esas personas que escasean desde hace tanto tiempo pero aún persisten.
A las afueras del palacio comenzó a respirarse un terrible hedor de rebeldía. Mardoqueo distinguió desde el principio como algunos confabulaban en contra del rey Asuero. Su espíritu se conmovió desde lo más profundo, se encendió dentro de sí una intensa llama clamando por justicia. No dudó en denunciar aquellos hechos. Sin pensar en las posibles represalias, en el repudio de los conspiradores, Mardoqueo anunció al rey los planes en su contra. Aquel acto de justicia se convertía en el derecho de Mardoqueo a ser escuchado y respetado.
A la par, se engrandecía también otro hombre delante de los ojos del rey: Amán. Este hombre hambriento de gloria y reconocimiento aprovechaba cada pizca de autoridad que el rey le concedía para hacer sentirse poderoso entre sus iguales. Todos sucumbían ante la nueva y prominente majestad de Amán. Todos menos Mardoqueo. Sus rodillas nunca se doblarían delante de otro ser que no fuera el Padre de las Luces, la Verdad Absoluta que desde siempre había acompañado a su pueblo.
Amán ardía en ira en contra de aquel fiel judío. Utilizó toda clase de artimañas para lograr que el rey firmase un edicto de exterminio en contra de todo judío. Tergiversó la fe de Mardoqueo delante del rey diciendo: “Hay un pueblo esparcido y distribuido entre los pueblos de todas las provincias de tu reino, y sus leyes son diferentes de las de todo pueblo y no guardan las leyes del rey, al rey nada le beneficia dejarlos vivir”.
Mardoqueo, junto a todo el pueblo judío, entró en la más profunda de las agonías: su destrucción estaba decretada. Sólo el Padre de las Luces podría librarlos. En medio de todo el dolor, la fe de Mardoqueo no se quebró nunca y cuando parecía que todo estaba perdido, regresó la esperanza, había un aliado suyo habitando en las cámaras más intimas del palacio: la reina.
Hadasa tendría que entrar ante la presencia del rey sin haber sido llamada, lo que constituía una grave falta y deshonra. La reina no pudo evitar pensar en Vasti y su vergonzoso fin. Sin embargo, no había más opciones, habría que ponerse en manos del Dios de sus antepasados, aquel que, contaba Mardoqueo, creó el cielo, la tierra y el mar, y todo lo que en ellos hay. Si ese Dios realmente existía, respaldaría a su pueblo. La reina temía por su vida, pero recordaba las palabras de su primo: “No pienses que escaparás en la casa del rey más que cualquier otro judío. Porque si callas absolutamente en este tiempo, respiro y liberación vendrá de alguna otra parte para los judíos; mas tu y la casa de tu padre pereceréis”. Era cierto, la Verdad Absoluta no necesitaba de Hadasa para librar a su pueblo, era Hadasa la que necesitaba del Dios Único.
Hadasa empujó lentamente la gruesa puerta de madera a la entrada del aposento del rey. Dio cada pasó con suma cautela. Mientras entraba delante del rey, todos los criados y consejeros ahí presentes expresaron en sus rostros la mayor de las sorpresas. Sin duda, la reina Hadasa sería una gran pérdida para el reino, era hermosa e inteligente, no debió haber entrado nunca ante el rey de esa forma. Hadasa no se detuvo, caminó hacia Asuero lentamente pero sin titubear. El rey Asuero, también sorprendido, tardó un momento en reaccionar, y entonces, levanto su cetro de oro señalando a la reina. La vida de Hadasa estaba a salvo, el rey desconocía su falta y aceptaba su presencia. Era cierto, el Padre de las Luces estaba presente.
Lo que ocurrió a continuación fue lo más sorprendente. Hadasa declaró al rey que si su aquel edicto de exterminio se cumplía, la reina habría de morir. Moriría también Mardoqueo, el hombre que tiempo atrás salvó la vida del rey de sus conspiradores. Si el reino se deshacía de los judíos, los daños serían irremediables. Eran ellos la única gente fiel de toda Persia.
Los planes de Amán quedaron al descubierto, y la misma horca que él había preparado para asesinar a Mardoqueo, fue utilizada para colgarlo. Mardoqueo fue puesto en lugar de Amán al frente de todos los siervos del rey. Sin embargo, el problema no estaba resuelto. Los edictos del rey no podían ser derogados, tendrían que cumplirse. Fue entonces cuando el Padre de las Luces dio sabiduría a Mardoqueo, y transformó aquel día de luto en alegría. Habría de dictarse un nuevo edicto que permitiera a todo judío reunirse y prepararse para defender sus vidas. La victoria total fue para Hadasa y su pueblo.
La fe de Mardoqueo estuvo puesta siempre en la Verdad Absoluta. Y la fe de uno, cambió el destino de una nación. Aún puede leerse en las Crónicas de los reyes de Media y de Persia la grandeza que alcanzó aquel judío.
Esta poderosa historia del Libro Sagrado nos queda perfecta. Nuestro país vive también en agonía, también nosotros estamos destinados al exterminio y a la muerte. No podemos evadirlo, eventualmente, todas nuestras malas decisiones terminarán de alcanzarnos y entonces será nuestro fin. ¿Será que haya alguien como Mardoqueo? Existirá en México alguien dispuesto a ser fiel en medio de la conspiración? Alguien dispuesto a permanecer firme en sus convicciones, sin doblegarse nunca ante el común denominador? Alguien que ponga toda su fe en la Verdad Absoluta pero toda su lealtad en la justicia? Había miles de personas con las mismas oportunidades que Mardoqueo, pero solo uno pudo ser el primero. Solo Mardoqueo decidió a tiempo. Puedes esperar a que surja algún Mardoqueo para luego simplemente vencer a los que te ataquen, pero es posible que no se levante alguien como él.
Es un hecho, sino eres tú la ayuda vendrá de otra parte. Pero entonces, no serás tu parte de la solución sino parte del problema.
25 January 2010
El Origen
Hay ciudades enteras esperando escuchar la respuesta. En medio de tanto caos y alboroto, hay almas clamando por oir una solución. Hay ancianos, mujeres, hombres y niños que desean encontrar un motivo para continuar, una razón para vivir, una esperanza, un objeto para su fe. La espera debe terminar.
La respuesta fue escrita hace mucho tiempo, pero ha permanecido oculta. La solución de nuestra agonía había sido encarcelada dentro de gruesos muros de ignorancia y apatía. Ya no más. Y por mucho que los problemas hayan cambiado, la respuesta es la misma. Aquella Verdad profetizada a nuestros ancestros sigue tocando a nuestra puerta, con la misma intensidad, con la misma pasión. Es hora de escucharla. El que tenga oidos para oir, que oiga.
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