24 December 2010

La Primera Carta

Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas; porque el tiempo está cerca. Al que nos amó, y nos salvó de nuestros pecados con su sangre, sea la gloria absoluta.

He aquí que Él viene con las nubes, y todo ojo le verá, y los que le traspasaron; y todos los linajes de la tierra harán lamentación por él, y por lo que contra él hicieron.


El Gran Ejemplo escribe al ángel de la iglesia en Éfeso, El que tiene las siete estrellas en su diestra, El que anda en medio de los siete candeleros de oro, dice esto:

Yo conozco tus obras, y tu arduo trabajo y paciencia; y que no puedes soportar a los malos, y has probado a los que dicen ser apóstoles, y no lo son, y los has hallado mentirosos; y por tu justicia has sufrido, y aún así has soportado en integridad, y has trabajado arduamente por amor de La Justicia, y no has desmayado. Pero tengo contra ti: has dejado tu primer amor.

Recuerda, por tanto, de dónde has caído, y arrepiéntete, y haz las primeras obras; pues si no, vendré pronto a ti, y quitaré tu candelero de su lugar, si no te hubieres arrepentido.

Es cierto, si, que las cosas son cada vez peores. Es verdad que nuestro país se cae a pedazos, que la gente justa parece no tener esperanza, que aquellos que alguna vez tuvieron el potencial de ser nuestros héroes traicionan sus principios y luchan con el bando contrario. Pero eso nada tiene que ver contigo.
Y es que tal vez has pensado que en medio de tanta oscuridad no hace falta tu luz. Quizá piensas que como todos los tan malos no importa que tú te permitas algunos errores. Esta carta, escrita a los Efesios hace poco más de 1900 años tiene un mensaje muy claro para nosotros hoy. Hemos luchado contra el mal, hemos tratado de permanecer ajenos a los horrores de la corrupción y el crimen, si, pero también hemos perdido la pasión. Esta lucha constante y agotadora nos ha dejado sin fuerzas, y nos vemos hoy embotados en actitudes robóticas y automáticas, por mucho lejanas al entusiasta comienzo de nuestro movimiento.

No te detengas! No importa que tan mala sea la situación.
No te canses! No importa si parece que no avanzas.
Nunca dejes de creer! Porque es la fe lo que nos mantiene vivos.

Las cosas van a cambiar, tal vez nuestros ojos no lo vean, pero nuestras vidas lo provocarán.

19 December 2010

Nuestro clamor

Enséñanos a orar oraciones suicidas.
Oraciones que atenten contra todos nuestros intereses y que se concentren tan solo en lo que tú deseas de nuestras vidas.
Enséñanos a renunciar a nosotros mismos, a entender que ni la cruz que tenemos que cargar es nuestra.
Sácanos de nuestra cárcel cultural, quita nuestros paradigmas, cambia nuestros modelos, rompe nuestras estructuras, nuestros corazones.
Revoluciona en nosotros todo lo viejo, que quizás alguna vez te fue útil pero ahora solo estorba. Cambia nuestras aspiraciones, que no soñemos lo que todos sueñan, que no pensemos en coches, celulares, computadoras, que entendamos que hay cosas más grandes. Que pensemos como lo haces tú, en empresas, en empleos, en proyectos, en arte, en cultura: que pensemos en el pecado todo el tiempo, y en cómo sacarlo de nuestro mundo.
Que nuestra aspiración máxima sea la muerte, por que será ella laque nos haga mártires ante tus ojos. Que podamos darte honra, y que entendamos que la única forma de vencer es teniendo batallas, que no hay forma de salir a la guerra que sin miedo. Quítanos el miedo a la muerte para que podamos aprovechar la vida.

Enséñanos, oh Dios, a orar oraciones suicidas. A entender que la gloria precede a la muerte.

Llévanos afuera a conquistar, a no tener miedo al debate, a sumergirnos en la oscuridad para ver si es cierto que somos luz.
Convencemos de ti, haznos hijos tuyos, que podamos conocerte, para entonces poder predicarte. No pedimos valentía, porque entendemos que somos demasiado ignorantes como para hablar con denuedo.
Pon en nosotros carga, que a ese yugo fácil que es el tuyo, añadamos los problemas de la gente, de las familias, de las naciones, esas sí que son cargas pesadas.
Que cuando alguien muera injustamente muera uno de los nuestros; que cada bala, cada bomba, cada atentado, arda en nuestros corazones (en nuestras mentes, Dios, en nuestras mentes); haznos sufrir, Señor, como sufrió Jesús antes de ser arrestado, cuando todavía nadie le ponía una mano encima, cuando su cuerpo estaba intacto.
Como sufrió Jesús en el espíritu, de tal forma que poco eran para él los latigazos.
Enséñanos Señor a entender la esencia suicida de la oración que hacemos cada día: "Hágase tu voluntad", pues tu voluntad es, Señor, muy distinta a lo que imaginamos.