08 March 2010

La imponente estatua


No basta con vencer una batalla. Bien lo dice el Libro Sagrado: el que persevere hasta el fin...
Daniel, Azarías, Misael y Ananías demostraron al mundo que es posible permanecer fiel, enseñaron a todos que la Justicia y la Verdad no han dejado, y nunca dejarán de ser, inconmovibles, inmutables, invencibles.
El resultado fue bastante claro, abrumadora victoria para aquellos que propusieron en su corazón no contaminarse. Sin embargo, la guerra debe ganarse todos los días, hasta el fin.
No conocemos las fechas exactas, pero no pudo haber pasado mucho tiempo desde aquella honrosa presentación delante del rey y la siguiente batalla...


El rey Nabucodonosor hizo una estatua de oro cuyas dimensiones eran sesenta codos de alto y seis codos de ancho. La levantó en el campo de Dura, en la provincia de Babilonia. Y envió el rey a que se reunieran los sátrapas, los magistrados, capitanes, oidores, tesoreros, consejeros, jueces y todos los gobernadores de las provincias, para que viniesen a la dedicación de la estatua que había construido.

Fueron pues reunidos todos los súbditos del rey y estaban de pie delante de la enorme estatua. La inmensidad de la escultura hacía parecer del soldado más fuerte de todo el ejército no más que un pequeño niño. Pocas veces se había visto tanto oro en un mismo lugar, mucho menos fuera de una mina! Ni pensar que en un artificio humano! Aquella majestuosa estatua era imponente, monstruosa.

El pregonero anunciaba en alta voz: Mándese a vosotros, oh pueblos, naciones y lenguas, que al oír el son de la bocina, de la flauta, del tamboril, del arpa, del salterio, de la zampoña y de todo instrumento de música, os postréis y adoréis la estatua de oro que el rey Nabucodonosor ha levantado; y cualquiera que no se postre y adore, inmediatamente será echado dentro de un horno de fuego ardiente.

Hacía algún tiempo Daniel, Azarías, Misael y Ananías pensaron haber dejado claro que no estaban dispuestos a contaminarse, a postrarse ante otro dios, otra cultura, otra idiosincrasia. Por supuesto, no se inclinaron delante de aquella estatua, que por más imponente no pasaba de ser creación humana. Pensaban, sin dudarlo, que había allá afuera una Verdad mucho más poderosa que la gran estatua.

Los traidores no tardaron en aparecer. Los jóvenes fueron denunciados y llevados delante del rey. Aquellos eran los mejores hombres del reino, los más sabios, eficientes y fieles. No obstante, la mano del rey debía hacerse sentir. No había lugar a tolerancia, a la más mínima desobediencia. Habló Nabucodonosor y les dijo: ¿Es verdad que vosotros no honráis a mi dios, ni adoráis la estatua que he levantado? Ahora pues, ¿estáis dispuestos para que al oír el son de la música os postréis y adoréis la estatua que he hecho? Porque sino la adorareis, de inmediato series echados en medio de un fuego ardiendo; ¿y qué dios será aquel que os libre de mi mano?

Azarías, Misael y Ananías ni siquiera lo pensaron. Sus nervios estaban perfectamente controlados, sus rodillas no temblaban, ni sus ojos despedían lágrimas. Respondieron al rey diciendo: No es necesario que te respondamos sobre este asunto. He aquí nuestro Dios puede librarnos del horno de fuego ardiendo; y de tu mano, oh rey, nos librará. Y si no, sepas oh rey, que no serviremos a tus dioses, ni tampoco adoraremos la estatua que has levantado.

Entonces Nabucodonosor se llenó de ira, y se demudó el aspecto de su rostro contra los jóvenes, y ordenó que el horno se calentase siete veces más de lo acostumbrado. Y envió a hombres muy vigorosos que tenía en su ejército, que atasen los muchachos para echarlos en el horno de fuego.

Los jóvenes fueron atados con sus mantos, sus calzas, sus turbantes y sus vestidos, y fueron echados dentro del horno de fuego ardiendo...


El fin de la historia es ahora irrelevante. Nos queda claro que Azarías, Misael y Ananías no negaron nunca su fe, no renunciaron nunca a sus convicciones, no se inclinaron jamás ante aquello que consideraban perfecto. No, no hubiese sido simplemente hincarse ante una estatua. Postrarse ante ese ídolo hubiera significado la derrota de todo su pasado. Rendirse ahora, sería hacer que todo el esfuerzo anterior, suyo y de sus ancestros, terminará en aquel horno. Sin duda, era mejor que ardiesen sus cuerpos y no su fe: la fe no se consumiría nunca, sin importar que tan intenso pudiesen ser las llamas.
Y tú qué piensas que no te postras delante de nada, que vas por la vida haciendo reverencia a las estatuas y ni siquiera te das cuenta. Es verdad que no hay grandes esculturas de oro delante de ti, pero si hay muchas estatuas. Es cierto que no te incas ante nada, pero si sucumbes ante la más mínima presión. ¿Acerca del horno de fuego? No, ningún horno con llamas te espera aún.
Pero ahí están las imponentes estatuas: está ahí la presión social, están ahí las nuevas tendencias, las ideologías. Están ahí la corrupción, la mediocridad, la indiferencia, la apatía. Están delante de ti, tan imponentes como aquella estatua en medio del campo Dura. Está también la amenaza del fuego: la presión social, el qué dirán, tu reputación, tus “oportunidades” de ascenso sucio. Llegó la hora de escoger, puedes hincarte ante las grandes estatuas y hacer que tus valores se consuman en el fuego o puedes decidir permanecer de pie no importa cuánto tiempo tarde la música ordenando que te postres.

2 comments:

  1. Abraham amistadcristianitaMarch 8, 2010 at 8:02 PM

    Muy chido hija pero nada mas una cosa te quiero pedir: utiliza los dos signos de admiración e interrogación que nuestro precioso idioma tiene jaja en otros idiomas no se usan porque cambia la sintaxis de la oración desde el principio y se sabe de antemano que será una pregunta, pero no en el nuestro, y ya jaja lo siento soy promotor del buen español (: sigue así negra ya quiero saber qué le pasó a esos; me consume el suspenso jajaja

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  2. jajaja. ya se, soy igual de obsesivo con algunas cosas: como la p en psicologico y la b en obscuro. Pero debo confesar que en estas cuestiones me seduce el ingles jajaja. De cualquier forma, trataré de hacerlo para no serte piedra de tropiezo jaja

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