08 February 2010

Hasta la muerte

Urías miró atrás y vio a sus compañeros alejarse. Sus ojos se llenaron de lágrimas, había sido traicionado. El ruido de los caballos enemigos lo hicieron volver en sí, y combatió, sólo, hasta la muerte...

Urías, el heteo, fue desde el principio uno de los mejores hombres del ejército. No solamente por sus impresionantes capacidades militares, sino por su gran espíritu. Solía decirse entre sus compañeros que la fuerza del heteo venía más de su espíritu que de sus músculos, y el poder de su espada nunca fue tan grande como el de su corazón. Estuvo con y para el rey desde el principio. Un hombre leal, honesto y fiel, pertenecía no sólo a la elite del ejército sino a más íntimo grupo de amigos del monarca.

Con toda justicia había servido al reino, la vida lo recompensó con su más grande pasión: Betsabé, la mujer de su juventud. La única de su vida, la amada, la indispensable, el deleite de sus ojos, Betsabé.

Dejarla para ir a la guerra no era cosa para nada sencilla, pero Urías nunca dudó, su fidelidad primordial era con el Reino, además, Betsabé sería siempre un excelente motivo para volver a casa vivo, era ella una de sus inspiraciones en la batalla.

Aquellos días se libraba una guerra contra los hijos de Amón. Urías debía ir y acabar con ellos, habría que deshacerse de los amonitas de una vez por todas: ¡Por la Verdad, por el rey, por Betsabé! Antes de partir, le dio un beso en la frente y prometió volver pronto, con la victoria.

Mientras tanto el rey, amigo de Urías, se paseaba en lo más alto del palacio. Vio entonces a la hermosa mujer dándose un baño. Sin pensarlo dos veces, mandó a llamar aquella mujer, y usando toda su autoridad, lo hizo pasar con él la noche. La mujer volvió a casa, desecha, cualquier otra mujer hubiera estado feliz de compartir la cámara intima del rey, pero ella no. Betsabé no.

La mujer concibió y lo hizo saber al rey. Entonces, el rey reaccionó, no solamente había abusado de aquella mujer, también había traicionado a unos de sus mejores hombres, más allá, uno de sus más cercanos amigos. La desesperación se hizo carne dentro del rey. Miles de pensamientos vinieron a su mente: confesarlo todo, deshacerse del niño, de la mujer, o incluso... no, eso no, sería demasiado... Es la única salida! deshacerse de Urías!

El rey envió a llamar a Urías del campo de batalla. Le daría una oportunidad: si Urías se acostaba con su esposa, jamás sospecharía que el niño dentro del vientre de su amada no era suyo. Era esa sin duda, la mejor alternativa. Así todos ganaban, o más bien, el rey no perdía.

Llegado de la guerra, el rey invitó a Urías a ir e llegarse a su esposa. Pero Urías tenía las cosas claras: era imposible desentenderse del resto de sus compañeros para llenarse él mismo. Claro, amaba con todo su corazón a Betsabé, pero no sería capaz de alegrarse él mientras sus compañeros peleaban. Volvería a ver a Betsabé, solamente cuando el resto de sus hombres vieran también a sus esposas.

El rey decidió entonces. Era su reino, su honor, o Urías. Un gran hombre, sin duda, pero el egoísmo del rey nubló por completo su vista: Escribió una carta a Joab, comandante mayor del ejército,para que enviara a Urías al frente de batalla más peligroso, y que entonces, lo dejaran sólo. El rey ordenó al mismo Urías entregar la carta a Joab.

Urías, el heteo, cabalgó sin detenerse, sin dudar del rey, sin abrir la carta. Urías cabalgó rápidamente y sin descanso, llevando su propia sentencia, hacía la muerte.

Cuando Urías vio a sus amigos darle la espalda, entendió velozmente. Por eso el rey lo hizo llamar, por eso la insistencia, por eso la carta, por eso la traición. Urías lloró al darse cuenta, pero nunca huyó. Volvió la vista al frente, y con los ojos llenos de lágrimas, luchó hasta la muerte. Peleó fielmente, hasta el final, por la Verdad, por Betsabé, y por el rey, su mejor amigo, quien lo había traicionado.


No se trata solamente de luchar para vencer, se trata de luchar aunque la derrota sea inevitable. Así luchó Urías, cuando todo estaba perdido, cuando era él el único peleando. Aun cuando había sido traicionado, peleó por aquellos que lo dejaban solo. Luchó fielmente por el rey que había ordenado su muerte, peleó por sus amigos, quienes lo abandonaban. Peleó por todos ellos, y por sus más profundos valores. Peleó por la libertad, por la justicia, por la fidelidad. Huir hubiera significado traicionarse a sí mismo, y ser simplemente un traidor más. ¿Por qué tú y yo somos diferentes? ¿Por qué nos rendimos ante la más mínima prueba? ¿Por qué nos traicionamos a nosotros mismos si ni siquiera hemos sido traicionados como lo fue Urías? Tú y yo hablamos mal de México, de los políticos, del presidente, de la corrupción y nos creemos muy justos, pero ante la más mínima oposición traicionamos todas nuestras palabras. Urías luchó ante un enorme ejército, hasta la muerte, a pesar de que todos sus compañeros le habían dado la espalda. ¿Por qué no luchamos nosotros también? ¿Por qué no nos apartamos de la corrupción, de la apatía? No des esa mordida, paga la multa. No compres piratería, renta la película. No copies en ese examen, estudia. Tu labor es mucho más fácil que la de Urías, el heteo. La pregunta es si tu corazón es tan grande como el suyo.

2 comments:

  1. Te doy con este comentario todos y cada uno de mis respetos.

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