29 August 2010

Hombres de las cavernas

La historia no puede cambiarse desde una caverna.






Eran los tiempos del Rey Saúl y el pueblo de Israel era sometido por los filisteos. Cada tiempo de cosecha, el pueblo debía pagar tributos a los líderes filisteos a cambio de un borroso espejismo de libertad. Se vivía en plena opresión, pero se habían tendido lazos implícitos entre ambos bandos. Hasta cierto punto, el pueblo de Israel había llegado a aceptar como natural el hecho de la represión. Habían llegado a sentirse menos, merecedores del castigo. Israel pensaba que no tenía otra alternativa.

Pero más allá del evidente conformismo israelí, el espíritu del pueblo clamaba y anhelaba justicia. Incluso llegaron a existir pequeños esbozos de lucha. En el segundo año del reinado de Saúl, tres mil hombres intentaron levantarse contra la opresión filistea. Sin embargo, se les opuso un enorme ejército filisteo: treinta mil carros, seis mil hombres de a caballo y hombres numerosos como la arena que está a la orilla del mar.

La pequeña emoción israelí no duró demasiado. Los tres mil hombres que habían decido levantarse se dejaron intimidar por la multitud enemiga. Tres mil hombres cobardes, que calcularon en sus propias fuerzas, sin tomar en cuenta al Padre de las luces. Pronto se entregaron, y los filisteos decidieron aumentar la presión. Los hombres de Israel se escondieron en peñascos, en cuevas, en rocas, en fosos y en cisternas. Mientras tanto los filisteos implantaron tres escuadrones permanentes que andaban diariamente entre el pueblo vigilando posibles conspiraciones, e incluso prohibieron en todo Israel el oficio de la herrería: no se hallaba herrero en toda la tierra de Israel porque los filisteos preveían la posible fabricación de espadas o lanzas.

Aquel triste intento no pasó de ahí. Un impotente y cobarde fracaso. Un pueblo emocionado pero no convencido. Un pueblo enardecido, un pueblo alterado, pero un pueblo cobarde al fin, que no entendió su identidad, y el potencial que la Justicia y el Universo les concedía.

Pero de entre el pueblo se levantó Jonatán, dijo de Saúl y dijo a su criado: ven y pasemos a la guarnición de los filisteos, quizá haga algo JAH por nosotros, pues no es difícil para Él salvar con muchos o con pocos. Y su paje de armas le respondió: Haz todo lo que tienes en tu corazón; ve, pues he aquí estoy contigo a tu voluntad. Dijo entonces Jonatán: Vamos a pasar a esos hombres y nos mostraremos a ellos.

Se mostraron pues ambos a la guarnición de los filisteos, y los filisteos dijeron: He aquí los hebreos que salen de las cavernas donde esteban escondidos.

Y subió pues Jonatán contra los filisteos, y a los que caían delante de Jonatán su paje de armes los remataba. Y fue esta la primera matanza que hicieron Jonatán y su paje de armas, como veinte hombres, en el espacio de una media yugada de tierra. Y hubo pánico entre el campamento y por el campo, y en toda la gente de la guarnición; la tierra tembló y hubo pues, gran consternación.


Tú y yo somos expertos en quejarnos. Somos excelentes a la hora de criticar y de juzgar. Señalamos los defectos de todo el mundo. Hablamos mal de aquellos que nos gobiernan de manera equivocada, de aquellos que abusan de nuestro pueblo, de aquellos que roban de nuestras arcas…de aquellos a quienes pagamos tributo cada temporada de cosechas.

Pero tememos demasiado a la hora de enfrentarlos. Cuando vemos que son demasiados decidimos escondernos detrás de rocas, en cavernas o en fosos. Lanzamos la piedra pero escondemos la mano. Nadie la deja levantada, dispuesto a seguir denunciando.
Todo eso es igual a nada. De nada sirven tus juicios, tus opiniones y tus críticas sino estás dispuesto a sostenerlos. Esa no es la forma en la que puede cambiarse el rumbo de esta nación. Lo que el país necesita es gente dispuesta a salir de los escondites donde habían estado ocultas. Lo que hace falta es que nos mostremos a aquellos que nos oprimen, y sigamos avanzando, derribándolos uno a uno, hasta sembrar terror en ellos.

¿Detrás de que rocas te has escondido? ¿Cuáles han sido tus pretextos, tus justificaciones? Es hora de abandonar nuestras excusas y enfrentar a nuestros adversarios. Salir de nuestras cavernas y hacerle frente a aquellos que se creen impunes. Es que criticar sin arriesgar no es suficiente. Llegó el tiempo de enfrentar nuestros temores, ¿estás dispuesto a salir de tu comodidad?

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