28 December 2011




La fama del Maestro era ya grande. Cuando llegó a Capernaum, la noticia corrió rápido y se supo pronto dónde estaba. La gente se agolpaba en la casa donde Jesús reposaba de manera que ya no cabían ni aún a la puerta. El Mesías atendía a la multitud, predicándoles la palabra.

Entonces vinieron allí unos, trayendo consigo a un paralítico, que era cargado por cuatro amigos. La multitud no les permitía seguir avanzando, la muchedumbre alrededor de la casa era un gran obstáculo entre ellos y el Cristo. Decidieron, pues, llegar al Maestro: subieron al techo de la manera en que pudieron y , haciendo una abertura, bajaron el lecho en que yacía el paralítico.

Al ver Jesús la fe de ellos, dijo al joven paralítico: “Hijo, tus pecados te son perdonados.”
Y así, en medio del alboroto que las palabras de Jesús provocaron entre los fariseos, él se levantó en seguida, y tomando su lecho, salió delante de todos, de manera que todos se asombraron, y glorificaron a Dios, diciendo: Nunca hemos visto tal cosa.



Una de las cosas que más aprecio del Libro Sagrado es la manera en que puede enseñarnos tanto en pasajes tan cortos. Simplemente hay que hacer las preguntas correctas, interpretar de manera adecuada.

Podríamos hacer aquí el cuento muy largo, pero creo que en sencillo entender el punto: Todo el mundo sabe que Jesús está en la ciudad, muchos se amontonan fuera de su casa, y conocerle, haciendo lo mismo que todo el mundo hace, será complicado. Si quieres o necesitas al Cristo, no bastará con ir ahí donde las multitudes van, habrá que brincarlos, subir al tejado y romper el techo.

¿Qué trato de decir? Que no importa cuánta gente haya delante de ti en fila al Mesías, no importa que la muchedumbre te estorbe, no solamente en las capillas e iglesias, sino con sus religiones, dogmas y falsas doctrinas. ¡Tienes que saltar todo eso! Tienes que llegar a Jesús, y conocerle como realmente es, necesitas deshacerte de los métodos convencionales de acercarse a Dios: ir a misa o a equis congregación no te llevará a Jesús. ¡Tienes que romper el techo!

Ya seas tú quien necesite un encuentro directo con el Maestro o algún amigo tuyo que la vida haya dejado tumbado en un lecho, necesitas sobreponerte a la multitud, romper el techo, y llegar al Mesías, pues él, y nadie más, salvará tu vida.


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