10 May 2011

Para Él, valimos la pena.




Para Él fue como revivir la historia de Abraham, fue como recordar que aquel hombre había estado dispuesto a dar la vida de su hijo por amor.

Jesús subía por el camino hacía el Gólgota sin dudar. Claro que se detenía y tropezaba, había estado toda la noche recibiendo golpes y castigos inmerecidos. Su cuerpo estaba muy dañado. Su piel colgaba lejos de sus músculos. Había perdido bastante sangre, no tenía fuerzas, pero seguía caminando.

El Padre estaba junto a él, de la misma forma en que Abraham había estado junto a Isaac, aquel día de la ofrenda. Ambos, padres e hijos, caminaban hacía el monte queriendo no llegar a la cima nunca, porque ahí les esperaba la muerte. La diferencia es que Jesús nunca preguntó por la ofrenda. Él sabía, desde hace mucho, que su cuerpo era lo único suficientemente valioso para entregar a cambio.

El Padre veía el sufrimiento de Jesús, justo como Abraham vio el rostro de Isaac mientras le ataba. Abraham abrazó a su hijo y lo besó, Dios no pudo hacerlo. Abraham puso a Isaac tiernamente sobre el altar, y esperaba con todo su ser a que algo sucediera, se preguntaba por qué Dios lo ponía en esa situación, y se respondía a sí mismo con el argumento de la soberanía divina. Pero Dios no pudo asentar a Jesús con ternura en esa cruz, solo vio como soldados romanos le clavaban con violencia. Dios no se preguntaba por qué le forzaban a sacrificar a su Hijo, se respondía que la humanidad valía la pena.

Le atormentaban pensamientos y recuerdos. Se acordaba, por ejemplo, de cómo el pueblo había decidido adorar dioses ajenos durante toda la época de los jueces, recordaba como habían matado a sus profetas, hacía memoria de la manera en que habían maltratado a Jesús desde su nacimiento. Aún así, creía que la humanidad valía la pena. Dios decidió darnos la oportunidad porque Abraham había decidido amarlo más que a Isaac. Era necesario que Dios nos amara más que a Jesús.

La sangre corría por el rostro del Cristo y Dios lo veía firmemente, pero su mirada estaba perdida. La imagen de Jesús frente a Él se distorsionaba mientras recordaba esa mañana donde Abraham caminaba junto con Isaac hacía el monte. Ese día, Dios sabía que Isaac estaría bien, que aquel no era un juego o arrebato siniestro, sino una lección para Abraham, era Dios demostrándole a Abraham que precisamente porque le ponía en primer lugar en su vida, Él haría todo por Isaac, Jacob, y el resto de su descendencia.

Pero esta vez era distinto. Dios sabía que Jesús no iba a estar bien, que nadie iba a salvarlo. Sabía que Jesús sufría escarnios indecibles y muerte de cruz. Sabía que ningún ángel aparecería para salvarlo. De cualquier manera, Dios pensó que valía la pena.

Aquel sacrificio era necesario porque hacía cientos de años, Abraham, el patriarca, había decidido amar a Dios por sobre todas las cosas. Porque había comprobado que es posible que la humanidad voltee sus ojos a Dios, olvidándose de sus propios sueños. Y Dios pensaba que si uno, al menos uno, lo había logrado, valía la pena dar la oportunidad al resto.

No solo los romanos, sino los mismos a quienes Jesús intentaba salvar, eran quienes lo crucificaban. Y Dios estaba ahí, recordando, con lágrimas en los ojos, como Abraham levantaba sus brazo, puñal en mano, dispuesto a entregar a Isaac. Abraham no se hubiera detenido, y Él tampoco lo haría. Vio a Jesús sufrir, le vio llorar, le vio sangrar hasta que su cuerpo estuvo vacío, le oyó exhalar su último aliento.


Cuando la gente me dice que Dios fue cruel con Abraham pidiéndole a Isaac como ofrenda, siento como un calor indescriptible va subiendo desde el corazón hasta mi boca. Una sensación extraña, rozando con amargura, incomprensión e impotencia. ¿Dios fue cruel con Abraham por llevarlo al límite? ¿Por enseñarle que era justo por eso, porque Abraham le amaba tanto que Él jamás le abandonaría? ¿Fue cruel Dios por demostrarle a Abraham la razón de su fidelidad, el porqué de su amistad? Tal vez puedan responder que si.

Pero entonces tendrán que responder que nosotros fuimos crueles con Dios al ponerlo en la necesidad de elegir entre nosotros y el Cristo. Por forzarlo a decidir si salvar del juicio a Aquel que no merecía castigo alguno o sentenciarnos al castigo de los pecados que ciertamente cometimos.

Si decimos que Dios exigió demasiado de Abraham con tal de demostrar su amor. Debemos reconocer que no pidió nada que no estuviese dispuesto a dar. Habremos de aclarar que aun que llevó a Abraham a ese punto, decidió también salvarnos, y que se entregó voluntariamente a circunstancias similares, sabiendo de antemano que nadie salvaría a su Hijo.

No. Dios no fue cruel con Abraham, simplemente hizo lo necesario para que Abraham entendiera cuánto amaba a Dios, y que eso, no se comparaba con todo el amor de Dios a su vida. No, Dios no mató a Isaac, pero si entregó a Jesús. No, Dios no jugó con los sentimientos y las afecciones de Abraham, solo comprobó que si Abraham estuvo dispuesto a dar a Isaac por amor al Dios perfecto, Él habría de estar presto a dar al Cristo por nuestros pecados.

1 comment:

  1. Dios es justo. Gracias Cactus nuevamente.

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