18 January 2011



Se hincó enfrente de la ventana después de decidir que el vértigo no le dejaría saltar. La vista era hermosa, pero sus lágrimas permitían ver apenas uno que otro edificio de manera muy borrosa. Levantó el brazo y la culata del arma quedó a la misma altura que su rostro. El frio metal le provocó escalofríos. Sabía que la mejor manera de hacerlo era disparar arriba con el cañón en la boca, pero lo hizo así, porque tenía la esperanza de no morir.

En tres meses se cumplirían 53 años de vivir la vida como había decidido hacerlo justo después de aquel anuncio publicitario. Ese día, apagó el televisor y asentó el control remoto en el buró. No pudo evitar pensar que su vida era muy distinta a la de ese joven rodeado de amigos en su auto convertible. Sin duda, su pequeña casa con dos habitaciones, su televisor de 25 pulgadas, su automóvil con 5 años de antigüedad y su familia no se podían comparar con los lujos y la diversión que este mundo le ofrecía.

Esa noche no durmió. Pensó en todas las maneras posibles de convertirse en algo mejor, de conseguir más cosas, de cambiar de aires, de conocer más gente. Por alguna razón, todas las respuestas a sus interminables preguntas se relacionaban con el dinero. No había forma de negarlo, y a pesar de lo que decían sus padres, estuvo seguro de que la felicidad no solamente puede comprarse, sino que comprarla es la única forma de conseguirla.

No tiene demasiado sentido contar con detalles lo que hizo para alcanzar los que, creía, eran sus sueños. Vivió la vida como pensó que debía hacerlo. Hizo todo lo necesario. Robó un poco de aquí y un poco de allá, ignoró una que otra ley, se hizo amigo de muchos por hipocresía, asesinó a unos cuantos, se alejó de su familia y sus debilidades.

Escuchó muchas veces a fanáticos decir que en esta vida las cosas importantes no tenían precio. Escucho a muchos hablar acerca del amor de Dios. Oyó algunas veces que nada en este mundo podría llenar el vació de su corazón. Una vez alguien leyó para el Libro, que decía: “Secase la hierba, marchitase la flor; mas la palabra del Dios nuestro permanece para siempre”. Pero siempre creyó que ese era el discurso de los débiles, que esa era la forma fácil de engañarse a uno mismo para no luchar por la verdadera felicidad, y justificarse en la mediocridad.

Por su parte, Él hizo lo necesario para comprobarse a sí mismo que tenía la razón. Y ahora estaba aquí, hincado frente a la ventana en su pent-house, con un arma en sus manos. Sentía el mismo vacío que sintió hace 53 años viendo en el televisor ese auto convertible. Llevaba 30 años consecutivos con autos convertibles nuevos. Había tenido 3 esposas e innumerables amantes. Conocía cada uno de los continentes, y la ciudad capital de casi 130 países, pero el vació era el mismo.

Parpadeó, y una lágrima se deslizó en su mejilla derecha. Ahora veía con claridad un anuncio espectacular que decía: El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. Y escuchó entonces la voz de Dios: Intenté decírtelo.

2 comments:

  1. Muy buena reiniman!!, c: si me hizo reflexionar un poco..

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  2. exelente!

    - Juan R.

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