28 August 2011



Nuestros padres nos contaban la historia con emoción. Espero transmitirla con al menos la mitad de la pasión que ellos sentían. Pasaron sus vidas bajo el dominio de Eglón, rey de Moab. Crecieron bajo el yugo extranjero, en una época donde nuestros ancestros claudicaban frecuentemente a la fe en nuestro Dios.

-La situación era demasiado grave- nos decían - Moab robaba nuestros tesoros, saqueaba nuestras almacenes, hurtaba nuestras cosechas, y violaba a nuestras mujeres-. Fue entonces, solo entonces, cuando recordaron al Dios de toda consolación, al Padre de misericordias.

Los hijos de Israel, nuestros padres, clamaron a Jehová, y Él les levantó un libertador. Aod, hijo de Gera, que era zurdo se preparó y salió, junto con una compañía, para entregar un presente a Eglón, rey de Moab, de parte de los hijos de Israel. Aod se había hecho un puñal de doble filo, y lo ciño debajo de su ropa, sobre su muslo derecho.

Cuando llegaron donde Eglón, los guardias preguntaron el motivo de su presencia, y respondieron en relación al regalo que Israel preparó en tributo al rey. Fue así que pudieron entrar a la cámara de Eglón.

El rey de Moab era un hombre muy obeso, y descansaba en su sala de verano. Nuestros padres entregaron el presente, hicieron reverencia al rey, y salieron de la habitación. Aod caminaba junto con ellos, pero se detuvo intempestivamente. Recorrió con la mirada la cámara del rey, y vio los ídolos de Gilgal. Una furia hirviente subió desde su estomago. Volteó hacia Eglón: “Rey, una palabra secreta tengo que decirte”.

La gente que lo acompañaba no supo cómo reaccionar, la visita no contemplaba un mensaje. El rey ordenó la salida de todos los presentes. Aod se acercó y le dijo: “Tengo una palabra de parte de Dios para ti”. Eglón sabía que el Dios de nuestros padres les había librado de sus enemigos muchas veces en el pasado, entonces se puso de pie intimidantemente frente a Aod.

Aod no lo pensó demasiado, alargó su mano izquierda y tomó el puñal de su lado derecho, y lo clavó en el vientre de Eglón, de tal manera que la empuñadora entró también tras la hoja, y la gordura del rey cubrió la hoja, y salió el estiércol.
Salió Aod al corredor, y cerró tras sí las puertas de la sala y las aseguró con el cerrojo. Cuando hubo salido, vinieron los siervos del rey, y viendo las puertas de la sala cerradas, dijeron: “Sin duda está haciendo sus necesidades”. Y habiendo esperado hasta estar confusos, tomaron la llave y abrieron, y he ahí su señor caído en tierra, muerto.



Hemos estado por muchos años ya en una grave crisis. Hace mucho perdimos los referentes que nos mantenían unidos, olvidamos los valores que hacían nuestras vidas dignas de existencia. Por si eso no fuera poco, dejemos que el enemigo avanzara sobre nuestros cuerpos tendidos en la ignominia, hasta llegar donde ahora estamos. Ellos roban nuestros tesoros, saquean nuestros hogares, queman nuestros centros de recreación, atacan nuestras calles y asesinan a nuestra gente. Estamos en aquella misma situación en que los hijos de Israel voltearon su vista al Cielo ¿En dónde buscaremos nosotros refugio?

Una parte importante del pueblo de Israel se había acostumbrado a la servidumbre. Enviaron presentes a aquel que los sometía. Así, algunos de nosotros proponen alianzas y treguas con el crimen, toleran las masacres y apoyan a los delincuentes. Pero no todos, no nosotros, nosotros nos hacemos un puñal de doble filo y lo ceñimos debajo de nuestra ropa, sobre nuestro muslo derecho.

Nuestro enemigo es obeso, y nuestra apatía le permite descansar en su sala de verano. La maldad no nos teme, pues no nos hemos hecho respetar. Es obesa, pues mantenernos cautivos no le ha requerido esfuerzo. Habrá que hacerle oír que, de parte de nuestro Dios, tenemos una palabra para ella.

Es indispensable reconocer que el enemigo está en nosotros mismos, que aquel grueso ser descansa en sus salas de estar en nuestro interior. Que son nuestras apatías, nuestros desganos, que son nuestras indulgencias y nuestros pequeños crimines los que lo sobre alimentan. Entonces, seremos nosotros contra nosotros mismos, venciendo esta primera batalla, las demás serán pan comido.

Habrá que tomar la espada de dos filos* y herir el vientre de Eglón de tal forma que la empuñadura entre tras la hoja, la gordura cubra la hoja, y salga el estiércol. Debemos exponernos a la luz de La Palabra, examinar con escrutinio nuestras vidas en relación a los pensamientos de Dios. Comparar nuestro grado de maldad no con el mundo, sino con Aquél que con su muerte nos dio vida. Dejemos que Su Palabra saque la mierda que llevamos dentro.

Entonces, y solo entonces, nuestro pueblo será libre. Será entonces que nuestras familias andarán libres y seguras por las calles de nuestras ciudades. Pero mientras en nosotros siga habiendo crimen, mientras sigamos participando o tolerando actos de injusticia, corrupción, pecado o muerte, las cosas permanecerán igual. Ellos seguirán quemando, robando, asesinando.

Llegó la hora de decidir de qué lado estás. Llegó la hora de tomar decisiones radicales, de cambiar de amistades, de denunciar no solo la distribución sino el consumo de drogas. Llegó la hora de tomar las decisiones correctas, no las sencillas. ¡Maldito el que no ame a Jesús! **



* Porque la palabra de Dios es viva y eficaz, y más penetrante que toda espada de dos filos: y que alcanza hasta partir el alma, y aun el espíritu, y las coyunturas y tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón.
(Carta de Pablo a los hebreos Cap.4 Verso 12)

** Frase escrita por Pablo a los creyentes en Corinto (Cap. 16 Verso 22)

1 comment:

  1. wow, no lo había leído... sin palabras . Es nuestro turno.

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