11 May 2013

El corazón del desierto.

Llevó el rebaño al corazón del desierto y llegó al Sinaí, el monte de Dios.

Es cierto que hay un desierto alrededor del monte de Dios pero hace falta caminar en la arena inclemente sólo una vez para llegar a él. 
Es mentira que hace falta vagar entre las dunas toda la vida, bramar de sed y quebrarse debajo del sol. 

Todos nosotros hemos tenido que atravesar alguna vez el desierto para llegar al monte de Dios. Pero créeme, si alguna vez, después de haber estado en su presencia, vuelves a sentir el calor en tu piel y la sequedad en tu garganta, lo más probable es que hayas salido del monte.

Así es Dios, el corazón del desierto, el Oasis entre la arena. 
El punto cero de las coordenadas, el ojo del huracán. 
No te engañes. Dios no es la tormenta, no es el sol inclemente, no es el torbellino.
Dios es el centro, el justo medio, el equilibrio y el balance.
No es la derecha, no es la izquierda. No es delante y no es atrás. No es a un lado no al otro. No es antes ni después. 
Es la conjunción exacta de tiempo y espacio. Es el presente preciso.
El corazón del desierto.

Si tu piel quema, vuelve al monte de Dios.
Si tu vida arde, camina de vuelta al Oasis.



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