29 February 2012




Tenía cinco años cuando llegó de Jezreel la noticia de la muerte de Saúl y de Jonatán, y su nodriza le tomó y huyó; y mientras corría apresuradamente, el niño cayó de sus brazos y quedó lisiado. Su nombre era Mefi-Boset.

El niño príncipe, hijo del sucesor al trono de Israel, había perdido a su abuelo y a su padre en una misma batalla. Había salido del palacio entre ajetreos y violencia: Había venido a dar a Lodebar, tierra árida, hostil y seca. La vida del nieto del rey había cambiado por completo, del palacio a las vecindades más bajas, de ser servido a vivir como uno de los sirvientes.

Mefi-Boset, lisiado, a muy poco podía aspirar. Nieto del malvado rey que corrompió a Israel hasta la masacre y enemigo del actual, bondadoso y amado, rey David. El joven se arrastraba de la cama a la cocina y de ahí al baño, esas eran prácticamente sus únicas posibilidades.

Pronto se le hizo común comer del suelo, dormir entre desorden y vestirse con harapos. Escondido entre la gente más pobre del reino, Mefi-Boset se escurría en silencio esperando no ser hallado, juzgado y asesinado, como toda la familia de su padre. Por eso, cuando la guardia real llegó a casa de Maquir, hijo de Amiel, donde se hospedaba, Mefi-Boset pensó en lo peor: el momento que tanto había esperado, le alcanzó.

Había pensado en ese momento muchas veces, en como quizá morir no era tan malo, en que tal vez morir no era un castigo sino una escapatoria a su precaria situación. Había querido muchas veces incluso entregarse y acelerar la llegada de su muerte. De tal forma que no opuso resistencia alguna cuando la guardia real preguntando por el nieto de Saúl.

Llegó al palacio y fue puesto en presencia del rey, se postró sobre su rostro e hizo reverencia.
–Mefi-Boset- dijo David.
-He aquí tu siervo- respondió.
-No tengas temor, por que yo a la verdad haré misericordia por amor, y te devolveré todas las tierras de tu padre; y tú comerás siempre a mi mesa- le informó el rey.

Mefi-Boset no supo cómo reaccionar. Su rostro se desfiguró en duda y solamente alcanzó a articular: ¿Quién es tu siervo, para que mires a un perro como yo?

Desde entonces, Mefi-Boset comió con David y todos los hijos del rey. Se sentaba a la mesa en el palacio, donde los elegantes manteles cubrían su incapacidad. Nunca más se habló de él como el lisiado, ni se recordó jamás de su estancia en Lodebar.

Por mucho tiempo, quizá, has estado en Lodebar. Habitas entre el desorden y el desdén. Te mueves con dificultad entre la tristeza, la amargura y el dolor. Tu pasado o tu presente te avergüenzan, y eso pone límites a tu futuro. Piensas, sino en la muerte, en lo fácil de la conformidad y lo sencillo del desanimo. Te castigas a ti mismo por estar lisiado, por haber cometido errores, por haber caído y haber sido lastimado.

Debes entender, de una vez por todas, que hay lugar para ti en el palacio, que el rey está esperando tu llegada y que cuando su boca pronuncié tu nombre no será en castigo y represalia, sino en misericordia y amor. Tu pasado sucio no existe, tu futuro glorioso sí.
Ven a la mesa del rey, donde el mantel cubrirá tus vergüenzas y nunca más se hablará de tus errores ni se recordará nunca tu pasado en Lodebar.

28 February 2012

Oh Dios, con nuestros oídos hemos oído, nuestros padres nos han contado, la obra que hiciste en sus días, en los tiempos antiguos: no se apoderaron de la tierra por su espada, ni su brazo los libró.